Saturday, December 23, 2006

¡Nuevo libro! Bajo la ley del Mar Relatos de naufragios en la costas bonaerenses

Basado en hechos verídicos, Ricardo Montenegro consigue atrapar al lector e implicarlo emocionalmente con sus historias, en las que la recreación de catástrofes marinas permite vislumbrar sentimientos profundos como el honor, la lealtad y el coraje de los hombres de mar con una prosa agil y su gran pericia estilistica, Montenegro nos invita a ir más allá del hecho meramente histórico para adentrarnos, ficción mediante, en la humanidad de aquellos que fueron sus protagonistas

ADRIANA RUIZ
escritora


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Tuesday, January 31, 2006

El evangelio de Uzur (pequeña novela por capitulos)

Capitulo 1 El principio

Antes de los tiempos primigenios solo existia el infinito universo. Y Aram. Y Gadir. El vasto universo era la totalidad de la Nada. Sin principio. Sin fin. Sin limites. La eterna soledad. La negacion de la materia. El abismo perpetuo. La oscuridad total.
Aram era el cuerpo ígneo. La llama flameante que giraba en la totalidad de la Nada alrededor de Gadir. Iluminaba y calentaba el vacío a su alrededor.
Gadir era el cuerpo opaco. Inmutable. Se mantenía fijo en un sitio indefinible ya que podía ser cualquiera donde no hay más referencias que la Nada. Sin arriba. Sin abajo. Sin derecha. Sin izquierda.
En Gadir moraba Uzur. El Señor de la Permanencia. El que no conocía a sus padres. Acompañado por su Corte. Perfectas criaturas. Tan perfectas que no discernían el bien y el mal. Obraban a su entender y parecer. Servidos por los vasallos que todo lo hacían.
LLegó un momento indefinido en que Uzur tuvo un sueño. En él vió la caída de Aram. Lo vio todo. El impacto contra Gadir y la posterior destrucción de su morada, Un fin para algo que supuestamente no debía terminar jamás.
Comprendió que el sueño era un aviso para evitar el colapso. Sin alarmar a sus cortesanos hizo construir grandes carros volantes. Desconocía la técnica para hacerlos. Nunca había necesitado saberlo ya que no había lugar adonde ir. Pero fue iluminado. Y dirigió su armado como si lo hubiera sabido desde siempre.
En el tiempo prefijado montaron los carros volantes y partieron. Dejaron la roca llamada Gadir justo a tiempo para ver el terrible choque entre ambos cuerpos celestes. La explosión los deshizo en millones de pedazos que con la fuerza expansiva comenzaron a disperarse entre la Nada. Unos, los restos de Aram, se convirtieron en estrellas. Otros, los restos de Gadir se transformaron en planetas oscuros que comenzaron a girar en torno a los primeros.
Uzur y los suyos vagaron por el espacio. Tenían la eternidad para hacerlo. Para observar la nueva conformación de la Nada ahora poblada de rocas flotantes.
La curiosidad los llevó aquí y allá. Hasta que un pequeño grupo de partículas de Gadir rotando alrededor de una partícula de Aram les llamó la atención. En una de esas partículas existían entes que se movían. Miles de formas diferentes. Unos surcaban los aires. Otros se sumergían en las aguas. Otros se arrastraban por el suelo o caminaban en sus cuatro extremidades. Y otros lo hacían en dos.
Estos últimos se parecían a Uzur y su gente. Pero andaban desnudos. Vivían en cavernas o en lo alto de los árboles. Con ramas afiladas cazaban otros entes y se los comían apenas morían.
Uzur se rió de estos entes y sus cortesanos le hicieron coro. Eran tán ridículos. Por lo tanto decidió bajar para conocerlos mejor y continuar con su burla.
Aquellos seres todo lo temían. Temían a la partícula que los calentaba e iluminaba y luego desaparecía para volver a aparecer. Temían la oscuridad. Temían a otros entes, sobre todo a los de grandes garras y dientes. Temían al suelo movedizo color azul. Temían los dolores del género hembra cuando aparecía otro ser entre sus piernas. Temían a las cosas que caían de lo alto. Pero el terror que los invadió cuando los carros volantes de Uzur aparecieron no tenía precedentes.
Ese terror primero los obligó a huir en medio de los pastizales. Pero luego, cuando Uzur en persona descendió del carro volante, luminoso con su traje ceremonial se acercaron y en un gesto que habían observado a otros entes cuando reconocen su derrota ante un oponente se postraron en el suelo.
Asi conocieron la divinidad. Conocieron a Uzur, el Señor de la Permanencia.
Se reunieron a su alrededor y les habló. Lo hizo con palabras que desconocían. Nada le entendieron. Ordenó descender a sus cortesanos. Estos que no conocían otra existencia más que la vida fácil de Gadir comenzaron a divertirse a costa de os entes primitivos. Aunque reconocieron a los mismos animales que habían habitado su roca original les comenzaron a poner nombres antojadizos y, para ellos, graciosos.
A los diversos entes que caminaban: wolfers, tiguerius, laemon, droguis, cowers, bullets. Volaban: birdis, eageles, hawquis. O se sumergían: fishtes, whalles. A los que crecían prendidos a la tierra: treets, growes, wheate. Y a los sers que andaban erguidos. A estos últimos los denominaron Ingus.
Pero luego Uzur hizo descender a los vasallos para que les enseñaran sus conocimientos. Loa asi llamados Ingus aprendieron el lenguaje. Después aprendieron que un pequeño corpusculo hundido en la tierra generaba un ente verde y ese ente con el debido trabajo se convertía en una masa posible de comer llamada breader. Más tarde aprendieron que otros entes segregaban un líquido blanco que se podía beber y al que llamaron milki. Pero lo que más los maravilló fue que si colocaban la carne de los entes que cazaban sobre un aire rojizo e imposible tocar por lo etéreo y por que generaba grandes dolores al hacerlo, dichas carnes se convertían en suculentos manjares.
Aprendieron que llevar cosas sobre troncos que rodaban por el suelo era más fácil que arrastrarlos. Aprendieron a cubrirse con las pieles de otros entes. Aprendieron el ciclo de la partícula de luz y calor y los cambios del clima. Que el suelo azul era el whatera y que era lo mismo que caía del cielo.
Tambien aprendieron cuál era causa de por que un nuevo ser salía entre las piernas de las hembras. Que era lo se incubaba en ellas y como se podía disfrutar aún más de ese momento. Que lo único que generaba los nuevos seres era la unión entre diferentes géneros, macho y hembra pero que por diversión se podía hacer entre entes de un mismo género. Aprendieron que se podía eliminar a otro Ingu si resultaba molesto y que se podían armar grupos de Ingus para defender o quitarse sus pertenencias y sus hembras.
Cuando Uzur y sus cortesanos se hartaron de divertirse a costa de los Ingus y las maneras torpes en que ejecutaban lo aprendido decidieron marcharse. Debían recorrer otros sitios de la Nada para investigar si había otros entes como estos.
Un día subieron a sus carros volantes y llenando el paisaje de fuego y sonidos empredieron la marcha, no sin antes prometer un regreso posible.

Capítulo 2 Los primeros tiempos

Los grupos de ingus deseosos de copular a diestra y siniestra se multiplicaron como las flowerias en la llegada del clima templado.Los terrenos de caza y las cavernas comenzaron a escasear, por lo tanto se dispersaron por la superficie del planeta al que llamaron Gadirania en honor al del origen de Uzur. En cada sitio donde se asentaba uno de estos grupos existía alguien que decía haber estado presente en la llegada de los extraños seres del cielo y relataba el encuentro a su manera. Debido al estado de la memoria de cada uno y a los adornos linguisticos que utilizaba o los detalles que mencionaba, existían numerosas versiones del mismo hecho, lo cúál no era importante si los diversos dichos se mantenían dentro de un mismo grupo, pero se generaban agrias disputas sobre quién poseía la verdad cuando se encontraban dos grupos con sus historias distintas. Estas disputas llevaron a enfrentamientos entre los ingus. Se generaron los primeros asesinatos por una nueva razón que no era la captura de un sitio de caza o una hembra.
Entonces llegó el tiempo de Brendan. Brendan era un ermitaño. Vivía solo en la Roca Inron. Una gigantesca montaña de cumbres nevadas y vientos aullantes. Se mantenía apartado de los demás por que sabía que las hembras se burlaban de él ya que no le era posible copular debido a su falta de erección. Desde su refugio podía ver a machos y hembras disfrutando alegremente de las enseñanzas de Uzur sin ningún tipo de freno.
Decidió que era hora de poner coto a semejante albedrío. Tomó una larga vara y apoyándose en ella tomó el camino. En el primer sitio donde llegó tuvo la suerte de que no era conocido por sus falencias por lo tanto nadie le hizo pullas. Se detuvo frente a las cavernas y con voz firme increpó a sus moradores.
-¡Deteneos, deteneos! Gritó hasta que debido a la curiosidad logró que se reunieran en torno suyo.
-¡He sido visitado por Uzur!
Un murmullo recorrió el grupo
-¿Donde está?- Le preguntaron
-Se ha vuelto a ir-
-¿Por que?
-Por que está avergonzado de lo que ha visto-
-¿Y que ha visto?-
-Que ustedes no aprendieron nada. Que lo único que hacen es copular todo el tiempo y con quien tienen a mano-
-Pero también cazamos y sembramos, y hacemos el aire rojo con el que calentamos nuestras cavernas.
Brendan se irguió sobre el grupo y señalándolos con su vara dijo:
-El mensaje de Uzur es que esto debe acabar. De ahora en más cada macho tendrá una sola hembra y no copulara ni con su madre ni con otro macho-
Murmullo creciente.
-Y se dedicarán todas las horas en que la partícula de luz y calor esté presenta a cazar y sembrar, hacer el breader, cocinar y cuidar las crías.
-¿Algo más?- Preguntó un impaciente
-!Si!. Deberan respetarlo y amarlo y ofrecerle sacrificios. Por que les diré algo: Uzur es el único y verdadero Dios.-
-¿Dios? ¿Que es eso?-
-Nuestro único y verdadero padre. El que nos ha dado el conocimiento y la vida-
-El conocimiento esta bien, pero nosotros estábamos aquí cuando vino-
-¡Calla blasfemo!. ¡La ira de Uzur caerá sobre ti!-
Mientras lo observaban atónitos agregó:
-¡Y sobre todos ustedes si no cumplen con las reglas!. Los que obedezcan podrán conocer a Gadir, los otros se perderán en el vacío-
Como nadie sabía, incluso Brendan, que Gadir ya no existía y mucho menos que su planeta era parte de él no refutaron esa amenaza.
Sea por lo que fuera. Temor o fe, empezaron a obedecer a Brendan y a su mensaje divino. Él mismo se encargó de llevar la palabra a cuanto lugar le fue posible. Un cortejo de seguidores, individuos que no tenían otra que hacer, lo acompañaron. Por supuesto excluyó a las hembras. Arguyó que lo único que tenían en mente era copular y ese deseo denigraba al macho que deseaba el Gadir y la salvación eterna.
Lo que no comprendían los ingus de cada poblado era que mientras Brendan cumplía con la norma, sus discípulos tomaban cuanta hembra había disponible y a falta de ellas algún macho recién desarrollado y se entregaban al goce de los sentidos. Los discípulos de Brendan en realidad no le creían una sola palabra al predicador. Sólo lo seguían para vivir sin preocupaciones, alimentados, vestidos y hospedados a costa de cada comunidad que visitaban.
En algunos sitios comenzaron a cansarse de la presencia del Predicador y sus acólitos. En ocasión de llegar a un grupo de chozas fueron apedreados por los ingus machos y algunas hembras. Brendan los apostrofó. Los amenazó. Pero fue en vano. Los corrieron hasta las montañas, lejos de la aldea. Las noticias del suceso se trasmitieron con rapidez inusual. Parecía ir más rápido que la peregrinación de Brendan ya que al llegar a un nuevo sitio eran recibidos de la misma manera. Harto de lo que consideraba una injusticia el Predicador comenzó su retiro a la montaña en donde vivía antes de su aventura. Pero mientras iba por la estrecha senda que lo llevaba a su cueva se resbaló y cayó varios metros barranca abajo.
Los dos únicos seguidores que le quedaban tomaron sus restos y lo llevaron a campo llano para darle sepultura, Un cazador que acertó a pasar por allí se enteró de los hechos y difundió la noticia.
De pronto todos aquellos que en vida lo habían apedreado hicieron largas caminatas para ver la tumba de Brendan. Se deshicieron en elogios con respecto a su apostolado. Hasta las hembras se olvidaron de que había sido impotente y se llegaron a contar innumerables historias de sus proezas sexuales. Por lo tanto Brendan no sólo se convirtió en el Primer Predicador sno también en el primer mártir de la nueva religión de Uzur.

Capitulo 3 Nuevos Predicadores

En principio la nueva religión de Uzur parecía haber muerto con Brendan. Los ingus no necesitaban de algo así. Siendo que sabían por que un ente crecía del suelo u otro nacía de entre las piernas de la hembra. Estaba todo claro para ellos. Ademas si algún ingu mataba a otro o le sacaba la hembra no merecía ningún castigo.
Los discipulos de Brendan se habían esparcido por todo el planeta conocido pero a ninguno se le ocurrió predicar nuevamente. Es más, cuando los veían en algún poblado los echaban sin más trámite y tuvieron que vivir a la intemperie. Pero uno de ellos tuvo un encuentro que cambió el desarrollo de los acontecimientos. Estaba tratando de encender el aire rojo para espantar lo feroces Wolfers que atacaban en despoblado cuando fue asaltado por un grupo de ingus armados con lanzas y hachas. Al ver que no tenía nada para robarle lo iban a dejar en paz cuando uno de los atacantes lo reconoció.
-¿Tu no eres uno de los que andaban con ese loco que se titulaba predicador?. Le preguntó.
Ante la respuesta afirmativa el ladrón corrió a comunicarselo a su jefe. Este era un individuo de aspecto feroz con largos cabellos y barba sin cortar. Su nombre era Hagar.
Hagar era violento pero no estúpido. Rápidamente compredió que ese encuentro le traería grandes beneficios e hizo traer al ex discipulo a su presencia.
-Asi que tu estabas con Brendan. Me enseñaras lo que él predicaba.
Éste le contestó que no sabía nada ya que él y sus compañeros nunca lo habían tomado en serio. Pero cuando Hagar blandió su hacha cerca de su cabeza se arrodilló ante él pidiendo clemencia y asegurándole que le enseñaría cuanto sabía.
No necesitó mucho tiempo para trasmitirle el mensaje del Predicador ya que era sencillo. El ladrón en cuanto supo todo lo que necesitaba mandó asesinar al ex discípulo y luego se internó en la cueva más cercana durante varios días dejando en ascuas a sus compinches. Cuando volvió los reunió y les dijo:
-He tenido contacto con Uzur.
Las carcajadas del grupo de ladrones se hizo oir con fuerza. Pero duraron poco. En cuanto rodó la primer cabeza cortada limpiamente por el hacha de Hagar se callaron.
-He dicho que he visto a Uzur y nadie osará desmentirlo, yo seré su nuevo predicador y ustedes serán mis discipulos.
Un murmullo que semejaba desaprobación se elevó en el silencio del campo.
-Nos van a correr a pedradas como a Brendan. Dijo uno tímidamente.
-¿Y que ganamos con eso? Nos quita tiempo para seguir robando. Dijo otro.
-Esta es la cuestión, no vamos a tener necesidad de seguir robando si hacen lo que yo les digo. Contestó Hagar tratando de ser paciente.
Y les explicó su idea.
De manera que cuando llegaron al primer poblado no lo hicieron violentamente. En cambio pidieron hablar con el líder del lugar y reunieron a los ingus en un sitio abierto. Cuando estuvieron todos Hagar, a voz en cuello, comenzó su discurso.
-¡Ingus, hermanos. Vengo en nombre de Uzur y de su primer mártir, Brendan!¡Les vengo a explicar lo que el Predicador no pudo debido a su repentina ida al reino de Gadir!¡Les vengo a traer el verdadero mensaje!
La curiosidad ganó a los ingus. Por lo tanto se mantuvieron callados y expectantes. Viendo que podía seguir hablando, el nuevo Predicador coninuó:
-¡Uzur permitirá la copulación libre!¡Y el intercambio de hembras!¡Y las relaciones entre machos o entre hembras o con sus padres!¡Y La eliminación de otro ingu, si nos molesta!
-Todo eso ya lo hacemos sin el permiso de Uzur o de quién fuera- Dijo alguien en medio del grupo.
-¡Pero ahora será distinto!¡Por hacerlo recibirán la bendición de Uzur y una vida nueva cuando les llegue la hora!
Vida eterna por hacer lo que les gustaba. Los ingus comenzaron a refregarse las manos de satisfacción. Algunos ya pensaban a quién le robarían la hembra. Dieron vítores a Hagar por la noticia.
-¡Pero hay algo más que debo decirles! Para tener contento a Uzur deberán hacer ofrendas en su honor y él velará por ustedes.
Nadie pensó lo que escuchaba. Sin pérdida de tiempo corrieron a sus chozas y pusieron a los pies de Hagar y los suyos, alimentos, vestidos y hasta alguna hembra. Los más comedidos invitaron al grupo a dormir en su morada a cubierto del frío de la noche.
Así recorrieron varias aldeas. Llevando el mismo mensaje de Uzur, Las visitas fueron tan provechosas que pronto poseían más de lo que podían cargar. Lo cuál comenzó a convertirse en un problema.
Hagar, luego de meditarlo un tiempo, tuvo otra idea. Decidió crear un sitio de peregrinación para que todos los pobladores de la zona llevaran sus obsequios. En una caverna puso a dos secuaces como vigilantes y siguió visitando otras aldeas para sumar nuevos creyentes. Además creó un impuesto para poder visitar la tumba de Brendan con el pretexto de mantenerla en condiciones.
Hagar no sólo imponía la nueva religión por su mensaje sino también por su aspecto. Cuando llegaba a algún poblado su imagen y la de los suyos infundía miedo entre los ingus. No presentaba niguna contradicción entre lo que predicaba y lo que hacían por que él y sus acompañantes solían tomar hembras a su gusto. Incluso las llevaban a la caverna en donde guardaban sus tesoros para luego devolverlas a sus aldeas ya preñadas.
A nadie se le ocurrió repochar este comportamiento, más bien lo tomaban como una gracia divina.
Los años fueron pasando. Hagar comenzó a sentir los efectos de la edad y las largas caminatas. Decidió que era hora de retirarse a descansar. Una cantidad mayor de seguidores debidamente instruidos seguía con su labor de convencer a quienes todavía no le había llegado la palabra y las ofrendas llegaban permanentemente a su refugio.
Al tener que quedarse más tiempo en esa morada comenzó a notar que no era lo suficientemente cómoda. Había descansado mejor en cualquiera de las chozas en que estuvo en su peregrinar. Esa idea lo llevó a emprender una construcción más acorde con su importancia. Contrató a un grupo de ingus para levantar una espléndida choza de gran tamaño. En persona se ocupó de dirigir los trabajos. Levantaron las paredes en adobe grueso, técnica novedosa para la época. Realizaron el techo en paja trenzada y lo adornaron por dentro con tapices tejidos. La habitación más importante la dedicaron para la recepción de las ofrendas. Allí dos secuaces de Hagar cumplían la tarea de saludar a los fieles y darles las gracias en nombre de Uzur y de Hagar, lo que suponía una bendición. En otra sala se guardaban los presentes, lejos de la vista de los visitantes para no generar la codicia de éstos y fuertemente custodiada. En el resto se encontraban los aposentos de Hagar y sus seguidores más cercanos, aquellos que estaban a su lado desde el comienzo.
En su habitación, el Predicador era el poseedor de un elemento novedoso. Una cama mullida realizada con troncos y elástico de estera. En esa cama lo encontraron muerto. Sus discípulos realizaron fastuosos funerales en su memoria y su cuerpo fue enterrado en el piso de la habitación principal. En el centro de la misma, donde levantaron un monolito de piedra para recordarlo. Hagar se convirtió, para la historia, en el segundo Gran Predicador de Uzur.

Capitulo 4 La Sucesión

En cuanto se upo de la muerte de Hagar sus secuaces comenzaron a discutir entre ellos quién sería su sucesor. En principio se dedicaron a realizar reuniones pacíficas, pero luego ante la indecisión generalizada las relaciones se pusieron tensas y pasaron sin más trámite a la agresión verbal y física.
Antes de que demasiadas muertes terminaran de diezmar a los seguidores de Hagar, un grupo más reflexivo decidió que era momento de definir un proceso claro para elegir al sucesor. Fijaron reglas a cumplir por los pretendientes e intentaron ser inflexibles para llegar a una determinación. El postulante debía cumplir fundamentalmente el requisito de ser un fiel creyente de Uzur y haber cumplido todos sus mandamientos. Lo cual involucraba a todos los ingus y no solo a aquellos que estaban junto al Predicador muerto. La convocatoria se hizo general. Excepto a las hembras. Ellas no tenían la capacidad sufuciente para ser Predicadores de Uzur. Aunque no se habían privado de seguir sus enseñanzas.
Se enviaron mensajeros a todos los sitios conocidos. Se fijó la octava aparición de la Partícula de luz y calor para la reunión que definiría la situación.
Cuando llegó el momento un multitud de ingus se agolparon en las afueras del recinto construido por Hagar. Uno a uno fueron pasando frente a su tumba y a los guardianes y seguidores más antiguos. Contaban ante ellos la manera en que habían sido consecuentes con Uzur. Algunos mencionaron la cantidad de hembras que habían tomado en una noche, otros, como las sacaron de los poblados vecinos. Unos contaban como disfrutaban de los machos y hasta hubo alguno quien aseguró que su madre tuvo entre las piernas nuevos seres que él le habá colocado dentro. Estuvieron los que marcaban en el largo de su lanza la cantidad de ingus eliminados por cualquier motivo y los que mostraron las pieles que le quitaron a un vecino. Entre todos estos no se destacaba nadie en particular, al punto en que los convocantes comenzaron a pensar que aquello era una pérdida de tiempo.
Hasta que Usbir penetró en el lugar. Cuando lo interrogaron sólo dijo:
-Oh, yo solo soy un creyente como otros, he copulado aquí y allá, robado algo y matado pero tengo algo que nadie tiene y eso me da derecho a ser el Predicador sucesor.-
La curiosidad impacientó a los presentes.
-Muestra lo que posees- Le dijeron imperativamente.
De entre las pieles de su vestimenta sacó lentamente un objeto brillante no más grande que la palma de su mano. Lo levantó para que fuera observado por todos y presionándolo con un dedo logró que un débil aire rojo asomara de dentro de él.
Una mezcla de admiración y miedo sacudió a los presentes. Los que estaban en las primeras filas se echaron acia atrás temiendo quemarse.
-¿Donde obtuviste eso y que es?.
-Es el hacedor de la Fuerza que crea el aire rojo que cocina las carnes y calienta nuestras chozas. Se le cayó al mismo Uzur en persona cuando estuvo entre nosotros. Mi padre lo recogió del suelo y lo conservó hasta su muerte. Él me lo ha dejado. Por lo tanto soy su guardián-.
Luego que un murmullo de aprobación se extendió por la asamblea, uno de los presentes se paró frente a Usbir y tomándolo de las manos solo dijo:
-En nombre de Uzur, de Brendan y de Hagar te nombro Supremo Predicador, Guardián de sus tesoros y de la Fuerza del aire rojo-
A diferencia de sus antecesores, Usbir era casado. Tenía una esposa medianamente atractiva y dos hijos varones. Ellos permanecieron entre la multitud mientras el jefe de familia era nombrado Predicador. Era idea de ella, por que deseaba que no se viera en público que dominaba totalmente a su marido. Y que no se supiera que si no fuera por su insistencia todavía tendrían guardado el artefacto de la Fuerza Roja sin darle un uso adecuado. ¡Si hasta le había preparado el discurso ante la asamblea!.
Su cálculo fue exacto. Abandonaron prestamente la choza de paja de un solo ambiente para mudarse a la vivienda tras el salón de las ofrendas, en donde cada uno tendría su habitación y ella podría dormir en esa estructura más cómoda que el duro piso y lejos de sus humedades y hasta dispondría de sirvientes que le prepararan la comida y las vestimentas

Capitulo 5. El primer cisma

En los primeros tiempos Usbir dejó todo como estaba. A pesar de parecer un caos los ingus se multiplicaban por cientos y ello significaba más fieles para Uzur. Los crímenes no eran tantos como para influir en la masa de habitantes. Los defectuosos que nacían de las relaciones entre madres e hijos simplemente eran eliminados si no servían para algúna trabajo rudo. Y las relaciones entre ingus de un mismo sexo tampoco afectaban la creciente tasa de nacimientos.
Edgarna, tal era el nombre de la esposa de Usbir, tenía planes. En principio no molestó a su marido pero sin dejar de controlarlo para que no cometiera ninguna estupidez. En realidad era un eficiente recaudador de ofrendas. De todas partes llegaban los regalos para la gloria de Uzur. Y no era cuestión de perder ese poder. Lentamente fue intrigando en torno a él. Con estudiados argumentos le fue convencioendo acerca de la necesidad de dejar para sus hijos un beneficio de su situación de Supremo Predicador de Uzur. No bastaba una mezquina herencia monetaria. Debía ser algo más. La sucesión.
Merced a la sutil trama tejida por Edgarna, Usbir creyó haber llegado a dicha conclusión por si mismo. Y convencido de ello reunió a sus seguidores para dar la noticia. De pie, dando la espalda al monumento que llevaba en su centro el artefacto de la fuerza del Aire rojo dijo:
-He sido visitado por Uzur en la noche. Me ha traido un mensaje importante. Ha dicho que siendo yo el guardián del Aire rojo que lo representa, no hay nadie más capaz para continuar con la misión que un hijo mío, y luego un hijo de él, y luego un hijo de un hijo de él, y asi sucesivamente por toda la eternidad.
Algunos ingenuos creyeron que era una buena idea. Eran de los que creían cualquier cosa que se hiciera en nombre de Uzur. La sola mención del nombre sagrado les obnubilaba la mente. Otros, en cambio, ya sea por que eran más escépticos o por que tenían sus propios planes se opusieron de plano.
Se abrió un fuerte debate. Y no pasó mucho tiempo para que quedaran formados dos bandos definidos. A los que estaban de acuerdo con la idea se los siguió llamando fieles, a los otros se los llamó herejes. Si no estaban con Usbir tampoco lo estaban con Uzur. Por lo tanto perdían la posibilidad de acceder al Gadir y la vida eterna.
Los disidentes dijeron lo mismo de Usbir al que consideraron mentiroso. Uzur jamás habría dejado el poder a una sola familia, afirmaban.
No tardaron en volverse irreconciliables. Los nuevos herejes se trasladaron a otra morada y desde allí comenzaron su prédica, que no constituía una nueva versión de la gloria de Uzur sino más bien un relato de intimidades del matrimonio de Usbir y Edgarna.
Acicateado por su mujer, el Supremo Predicador decidió acabar con aquella apostasía y envió grupos de ingus armados con hachas a eliminar a quienes lo difamaban. Pero estos ya estaban organizados previendo esa reacción. Y con su propio ejército rechazaron una y otra vez los ataques de las fuerzas de Usbir.
Así estuvo durante cierto tiempo la situación sin mayores variantes, pero nuevos adeptos de Usbir se sumaron a los que combatían y finalmente rompieron el cerco de defensa de los herejes y tomaron su aldea. Hicieron prisioneros e incendiaron las chozas. En triste caravana llevaron a los disidentes en presencia del Predicador. Una vez allí los colocaron en el llano frente a su morada, atados de pies y manos. Usbir tomó la mano de sus dos hijos y dicíendoles:
-Van a aprender la primera lección de como se comporta un verdadero líder- marchó por entre las filas de prisioneros ordenando su ejecución en el acto y en su presencia. El campo quedó manchado de sangre esa noche cuando retiraron y sepultaron todos los cuerpos. Y desde entonces se lo conoce como Campo de la Masacre.
Cuando reunió a sus hijos, en la mañana otorgó al primogénito Trot la potestad de sucederlo a su muerte. Pero no advirtió el brillo de los ojos de Serfio, el menor.
En tanto, muy lejos de allí, los herejes que pudieron huir de la batalla comenzaron un penoso peregrinar hacia las montañas para ocultarse de la ira de Usbir. Se refugiaron en las cuevas de la Roca Cristalina, Cordillera que se extendía al sur del Mar Interior. Una vez en ese lugar siguieron adorando a Uzur, pero con sus propias reglas y desconociendo la autoridad del Predicador.
Usbir festejó con grandes celebraciones el triunfo sobre sus enemigos. Reunió a sus adeptos en el Campo de la Masacre y parado en la puerta de su morada aprovechó la ocasión para bautizar todo el sitio con el nombre de Usbirania. Lugar de peregrinación y devoción permanente para aquellos que deseaban el Gadir.
Pero ignoraba que el peligro se cernía sobre él. Y no de parte de aquellos que lo combatieran con sus ejércitos, sino en su propia casa. Casi en su mismo lecho.
Con el pasar de los años Trot se había convertido en un apuesto muchacho que no perdía ocasión de encontrarse con su madre en la habitación principal cuando el Predicador estaba de viaje. Lo que ambos ignoraban era que Serfio los había visto. Y no sería problema el hecho de que copularan ya que estaba permitido por el Dios, sino que aprovechaban esos encuentros para planear la muerte de Usbir.
De todas maneras cuando Serfio se enteró que su madre y su hermano habían contratado a dos asesinos para acabar con la vida del Predicador no dijo nada. Le estaban haciendo un favor a él también eliminando un escollo en el camino de la sucesión.
Y por eso mismo no hizo ninguna pregunta cuando se enteró que su padre amaneció un día con el cuello cortado arrodillado frente al Monumento de la fuerza del Aire rojo.

Capitulo 6 Otros dioses

Estaba Trot en el primer año de su apostolado cuando una extraña comitiva se presentó ante él. Desde hacía varios días los centinelas del paso entre las montañas le habían advertido de su presencia. Pero decidió dejarlos llegar en paz. Sentía curiosidad por estos seres que, según le describieran, eran de muy alta estatura y su color de piel era diferente. Según parecía provenían de tierras mucho más allá del Mar Interior. Donde, según contaban algunos exploradores, los wheate que salían de la tierra crecían sin necesidad de ser sembrados y los cowers que andaban en cuatro extremidades tenían la carne más sabrosa.
Los recibió en la sala donde estaba el artefacto de la Fuerza del Aire Rojo. Sentado en un trono tallado en un tronco de árbol y con su madre y hermano a su lado. La presencia de los desconocidos era imponente. Vestían taparrabos de cuero animal tan diminutos que dejaban adivinar la proporción de sus miembros. Las ingus hembras no dejaban de observar a aquellos individuos. Después de los saludos protocolares, los recién llegados entregaron ofrendas a Trot en nombre de su pueblo.
-Es placentero que desde tierras tan remotas nos hagan llegar ofrendas a Uzur-. Dijo el Supremo Predicador complacido.
-Las ofrendas son para tí, como lider espiritual de este pueblo, no para ese que llaman Uzur- Contestó Ermisio, el dignatario de más edad.
-¿Por que me dices esto?- Preguntó Trot.
-Por que nosotros no creemos en Uzur. Creemos en Ig.
-¿Quien es Ig?-
-Ig es el calor y la luz que aparece y luego se oculta para volver a renacer.
-¿Quien puede creer en eso?
-Creemos por que lo vemos, todos, todo el tiempo. En cambio, ¿cuantos de ustedes han visto a Uzur?.-
Se hizo un molesto silencio. En realidad entre los presentes no había nadie que hubiera visto a Uzur en persona. Los que lo hicieran ya estaban muertos.
Pero Trot decidió no contradecir a aquellas personas y simplemente dijo:
-Cada cuál respeta sus creencias y esta es la nuestra y ustedes la suya- Palabras que menguaron la tensión reinante.
Como demostración de buena voluntad les invitó a un suculento banquete. Sentados en la cabecera Trot y el anciano líder de los extranjeros tuvieron tiempo de conversar entre ellos sin oídos atentos a sus palabras.
-Conozco los mandamientos de Uzur y veo que tienes un problema- dijo el anciano.
-¿Cuál?. Preguntó el Predicador.
-Permiten que se acuesten madre e hijo y es un rumor que tu has accedido a tu puesto por ese motivo, pero dime, en unos años ¿que impedirá a tu madre hacerlo con tu hermano y confabular contra tí?.
Aquello fue una revelación para el joven Trot. No pudo evitar mirar hacia donde estaba Serfio y notó que este lo observaba con cierta malicia.
-Dime, ¿que puedo hacer?-
-Simple, di que has tenido contacto con Uzur y este ha dicho que los nacimientos de malformados por las uniones entre madres e hijos o entre padres e hijas ha crecido demasiado. Por lo tanto estas relaciones se deben acabar a partir de ahora bajo pena de muerte.-
Cuando los visitantes hubieron partido a sus tierras, Trot penetró en la alcoba de su madre, la tomó y sin darle tiempo a reaccionar la preñó.
-Ahora llevas dentro tuyo a mi sucesor. Más vale que lo cuides- Le dijo.
Al otro día, sin haberlo mencionado a nadie previamente, pronunció el discurso con el cuál terminó con las relaciones entre familiares de sangre. Lo que provocó la ruptura de muchas parejas que se separaron por el temor a ser ejecutados.
Serfio advirtió la maniobra pero no se sintió afectado. Usar a su madre como trampolín al poder no estaba en sus planes. De hecho, sólo tenía relaciones con algunos machos jóvenes del grupo de vigilantes del Templo. Y cualquiera de ellos podía encargarse del Supremo Predicador a su pedido a cambio de una noche de placer. Decidió esperar el momento oportuno.

Capitulo 7 El libro.

Luego de las palabras del líder de los extranjeros acerca de que nadie de los presentes había visto a Uzur, Trot decidió crear algún elemento que contara la historia de su Dios para las siguientes generaciones. Por lo tanto convocó a los artistas que decoraban las cavernas y las paredes de las chozas con sus dibujos para que realizaran a través de su arte dicho relato. Varios de ellos se reunieron en una de las salas del Templo y con la dirección personal del Predicador iniciaron el trabajo. Tarea por demás ardua que les llevó varios períodos de luz y oscuridad.
Primero se dedicaron a recoger de los bosques vecinos suficientes cortezas desprendidas de los árboles, luego las secaron cerca del Aire Rojo y por último comenzaron con sus pinturas. En ellas reflejaron la incipiente historia del Evangelio de Uzur. Desde el relato de su llegada y todos los acontecimientos siguientes. Trot supervisaba de cerca a los artistas pues deseaba que la historia fuera contada a su manera, especialmente en lo que se refería a su ascenso al poder. Ocupado en estos menesteres no pudo advertir que un cerco de confabulaciones se estrechaba alrededor suyo. Los vigilantes del Templo no perdían un paso de su andar esperando la orden de Serfio para asestar el golpe mortal. Pero fue su madre Edgarna, quién a pesar de no haberla visitado más, le puso sobre aviso. Una noche se presentó en las habitaciones del Predicador. Éste, al verla, intentó echarla.
-¿No sabes que ya no esté permitido que las madres estén con sus hijos?-
-No vengo a eso, ya me las arreglo por ahí, con los guardias del Templo, y uno de ellos me ha contado cosas interesantes-
-Cuenta-
-Que tu hermano está conspirando con algunos de ellos para asesinarte-
Trot no demostró inquietud por ello. En realidad imaginaba que alguna vez Serfio intentaría eliminarlo. Por lo que, luego de despedir a su madre, decidió obrar como si nada supiera.
Al otro día se presentó en el gabinete de los artistas para continuar dirigiendo la realización del libro y estuvo con ellos todo el tiempo. Pero su mente estuvo afiebradamente ocupada en buscar una salida al problema de su hermano. En principio se proveyó de una daga, reciente invento más fácil de ocultar entre las ropas que las pesadas hachas. Armado se sintió más seguro, pero en las noches no podía dormir temiendo ser sorprendido en pleno sueño. Con la excusa de apurar los trabajos del libro trasladó una cama hasta el gabinete y allí durmió más tranquilo rodeado de artistas que al trabajar en turnos diurnos y nocturnos eran compañía para él.
Cuando estaban llegando al final de los relatos históricos Trot llegó a otra decisión. Nombrar a Estoris, el hijo que había tenido con su madre, su sucesor. De esta manera si algo le pasaba estaba decidido quién tomaría el cargo de Predicador.
En una pomposa ceremonia, en la que reunió a todos los moradores del Templo y los circunstanciales fieles que estaban de visita, hizo el anuncio colocándole al pequeño una copia del manto de ceremonias sobre sus hombros.
Pero se presentó una objeción. Serfio se adelantó entre los presentes y dijo que el niño estaba detrás suyo en la línea sucesoria ya que era su hermano menor, hijo de su madre Edgarna. Trot montó en cólera. Argumentó que si bien la que llevó al crio en su interior era la madre de ambos, el padre era él y por lo tanto era su sucesor.
Hubo un intento por parte de Serfio de agredir a Trot, pero sus amigos lo detuvieron.
-No es la ocasión, estamos a la vista de todos, espera- Le rogaron
Les hizo caso, dando media vuelta se retiró del Salón.
Pero no tuvo paciencia por mucho tiempo, esa misma noche cuando habiendo terminado el Libro, el Predicador licenció a los artistas y volvió a dormir en sus aposentos fue asaltado por cuatro guardias que ni siquiera le dieron oportunidad de sacar su daga. Lo asesinaron en el más absoluto silencio.

Capítulo 8 Nuevos Cambios.

A la mañana siguiente los secuaces de Serfio irrumpieron en el dormitorio de Edgarna, tomaron a ella y a su hijo, los ataron y en medio de las brumas del amanecer salieron con ellos campo afuera con la orden de dejarlos muy lejos de allí, solos y a la intemperie para que fueran presa de los tiguerus y laemons que merodeaban buscando comida.
Lo primero que investigó Serfio de las actividades de su hermano fue el trabajo de los artitas. Cuando revisó las hojas de corteza con los dibujos alusivos a la historia de la religión de Uzur le llamo la atención el motivo por el que Trot decidiera eliminar las relaciones entre madres e hijos. Esta revelación le hizo pensar acerca de su situación. Por lo tanto luego de no pensarlo por mucho tiempo decidió que debía acabar con las relaciones entre machos para evitar algún atisbo de confabulación contra él por parte de sus amantes.
Sin dudar, entre el sexo y el poder, más le agradaba el poder. Llamó a una sesión de fieles y anunció como era costumbre, invocando a Uzur que de ahora en más las relaciones entre entes de un mismo sexo estaban prohibidas bajo pena de muerte. Y a ello agregó que la quita de la vida de un ingu a otro también sería castigada de la misma manera y los que asi terminaran no tendrían derecho a morar en el Gadir. Por lo que se volvió a la prédica original de Brendan.
Pero Serfio fue más allá. De inmediato creó Consejos de Fieles dispuestos a recorrer las aldeas para detectar a todo aquel que no siguiera los nuevos mandamientos de Uzur. Partieron varios de estos grupos formados por ingus que no teniendo apego al trabajo buscaban la manera de pasar una buena vida a costa de lo que se presentara. Individuos de la peor calaña, asaltantes, violadores, asesinos.
En el curso de dos temporadas cálidas habían logrado sembrar el terror en todo el territorio conocido. Llegaban a las chozas y ajusticiaban a cuanta persona se encontrara en actitud sospechosa. Eran expuestos en una parodia de juicio ante los otros habitantes del lugar y tras una sesión de brutales torturas eran colgados de los árboles cabeza abajo hasta morir. Para evitar cualquier duda había quienes se prestaban como testigos o acusadores. De manera que si alguien tenía animosidad contra otro por la razón que fuera, o por que deseaban quedarse con su tierra o su hembra, simplemente lo acusaba y los Consejeros de Uzur hacían el resto.
Encerrado en el Templo Serfio no era más feliz por poseer el poder. El temor a ser eliminado no lo abandonó nunca. Para compensarlo se dedicó durante días a crear ceremonias y ritos que mantuvieran ocupados a sus acólitos y al resto de los fieles evitando que tuvieran tiempo para pensar. Cada amanecer reunía a los servidores del Templo a los que llamó Enviados y les daba nuevas instrucciones para llevar la palabra de Uzur a todos los fieles. Estos Enviados también se hicieron presencia corriente junto con los Consejeros, generando una mezcla de fastidio y temor cada vez que llegaban, pues los pobladores debían abandonar sus tareas para escucharlos. Como esta costumbre influyó para que se resintieran las cosechas y la cria de animales, fueron por lo tanto, menores los presentes que se hacían al Templo. En consecuencia Serfio ordenó que un sólo día de cada siete se realizaran las reuniones de concurrencia obligatoria bajo pena de azotes u otra tortura a discreción de los Consejeros. En cada aldea se levantaron chozas en donde moraba un Enviado con algún ayudante y además se utilizaba como sitio de reunión para fieles.
Allí eran obligados a cumplir con los ritos, tales como sumergir la cabeza en un cuenco con agua, deambular arrodillado por todo el perímetro del Salón o reverenciar al Enviado cada vez que este pasaba a su lado. Pero por sobre todo se destacaba la adoración a una copia del Artefacto del Aire Rojo. Miles de estas copias habían sido realizadas y trocadas por alimentos, vestimentas u otra ofrenda que los fieles pudieran dar. El mayor legado de Serfio fue crear una casta de Enviados que rapidamente creció hasta convertirse en un nuevo poder dentro del poder. Con reglas propias, en donde las prohibiciones de la ley de Uzur no tenían validez y el espiritu del conjunto era defendido por todos por igual ante cualquier atisbo de crítica.

Capítulo 9 Encuentro inesperado

El avance de los Enviados con su palabra y de los Consejeros con sus instrumentos de tortura llegó hasta los límites del pueblo adorador de Uzur. Más allá se extendía un territorio desconocido. Tanto que en un primer momento no se atrevieron a pasar el gran Río Exubio. Pocos aventureros lo habían hecho. Y muchos menos los que regresaran para contarlo. Las avanzadas de la evangelización enviaron un mensaje a Supremo Predicador para pedirle órdenes al respecto. La respuesta no tardo en conocerse.
-O cruzan y buscan nuevos fieles o los hago matar a todos.-
El miedo entre aquellos que solían imponerlo fue decisivo. Una vez reunido un grupo numeroso vadearon el río y continuaron su camino. Largas jornadas se sucedieron. La sed y el extremo calor fueron raleando las filas. Los que no podían seguir se quedaban tendidos en el suelo esperando la muerte o en el mejor de los casos descansar y volverse sobre sus pasos temiendo la ira de Serfio.
Hasta que llegaron al Mar Interior no se habían cruzado con ningún otro ingu. Nadie que les pudiera ayudar. Nadie a quién llevar la palabra de Uzur. Al invadirlos la oscuridad decidieron acampar a orillas del Mar. No habían terminado de acomodarse cuando fueron sorprendidos por un grupo de ingus. Estaban armados con hachas y lanzas y sus gestos amenazantes atemorizaron a los viajantes. Rápidamente reducidos fueron llevados atados de manos hacia las montañas vecinas. Los introdujeron en una caverna custodiados por varios guardias y allí quedaron hasta la mañana siguiente.
Con las primeras luces se presentó ante ellos un ingu de generosas dimensiones quien dijo ser Gurutman, el Sumo Maestro de la Ley de Uzur.
-El único Predicador que reconocemos es Serfio, el que mora en el Templo- le contestaron
-¿Quién es ese Serfio?-
-El que ha ordenado propagar la palabra de Uzur, la única y verdadera palabra-
-¿No será el hijo de Usbir?-
-Si, ese es-
-Por culpa de Usbir estamos aquí refugiados en estas cavernas, por culpa de Usbir tuvimos que dejar chozas y hembras para refugiarnos debido a nuestra lucha contra él y su idea de la ley de sucesión. Y ahora vienen a molestarnos en nombre de esos ursupadores-
Un murmullo creciente indicó que los presentes que acompañaban a Gurutman deseaban matar a los Enviados, pero el Sumo Maestro los detuvo.
-Les respetaremos la vida si se marchan de nuestras tierras inmediatamante y no vuelven nunca más.-
Más le hubiera valído asesinarlos allí mismo. Aprovechando el resquicio de la bondad del Sumo Maestro los Enviados se envalentonaron.
-No nos iremos hasta demostrar que nosotros somos los verdaderos seguidores de Uzur y que tenemos como demostrarlo.-
La muchedumbre que se había reunido en torno de los prisioneros mantuvo el silencio, expectante. Uno de los Enviados sacó de sus bolsillos una copia del artefacto del Aire Rojo y mostrándolo a todos dijo:
-Este es el símbolo de la fuerza de Uzur y sólo los auténticos seguidores lo poseen. ¡muéstrenme alguno ustedes!-
Gurutman no supo que decir. El resto bajó la mirada en acto de contricción. Al no cesar el momento de estupor el Enviado continuó:
-Estoy seguro que ni siquiera conocen las nuevas leyes de Uzur. Para hacerlas saber estamos nosotros-
-¡Si, enséñanos!- Exclamó alguien en medio de la multitud.
-¡Si, si!- Corearon otros.
El Enviado no necesitó más, de inmediato comenzó su prédica. Habló de la eliminación de las relaciones entre padres e hijos, entre personas del mismo sexo y de los ritos impuestos para practicar un día de cada siete. Arrobados, todos lo escuchaban. Gurutman y sus seguidores más cercanos, en silencio, comezaron a escabullirse pero la potente voz del Enviado los detuvo.
-¿Donde van los herejes que han sumido a este pueblo en la ignorancia?-
De inmediato fueron detenidos. Como siempre ocurre en estos casos la multitud sin cerebro actuó bajo el influjo de quién gritas más. A la rastra los llevaron fuera de la caverna y hacíendolos poner de rodillas ante él, el Enviados les demandó.
-Arrepiéntase de su herejía o serán ajusticiados-
El silencio fue la única respuesta y su condenación. A la señal del Enviado dos miembros del Consejo cercenaron una por una las cabezas de los acusados.

Capítulo 10 Buscando herejes.

Una vez depuestos los líderes de los herejes, el Enviado hizo levantar un templo en el Campo frente a las cavernas y notificó la presencia obligatoria para un día de cada siete. No contento con eso, envió a sus compañeros a recorrer el resto de las cavernas y cuanta aldea encontraran por allí para sumar más fieles a la verdadera fe en Uzur. Los que no aceptaban la palabra debían ser ejecutados de acuerdo a las reglas del Consejo. Por lo tanto no se hizo más que trasladar el imperio del terror a nuevos territorios. A lo largo de la cordillera de la Roca Cristalina no hubo lugar en donde esconderse de los Consejeros. Donde quiera que huyeran quienes no querían caer bajo su poder eran encontrados. En poco tiempo la religión de Uzur y su Sumo Predicador Serfio dominaban todos los aspectos de la vida de aquellos que habían huido años antes de su desarrollo e influencia.
Los triunfos obtenidos dieron a los Enviados ansias de llegar más lejos. Deseaban otra frontera, nuevas tierras, nuevos fieles. Habiendo construido un importante centro de peregrinación a orillas del Mar Interior, éste se convirtió en la base para futuras expediciones. Nuevos grupos de Enviados se formaron en sus claustros para la aventura.
Serfio no tenía intención de demostrar el espiritu condescendiente que su padre había tenido con los adoradores de Ig. Debido a ello comisionó a un grupo de Consejeros y Enviados a internarse en los territorios de estos. Cuando partió la expedición el optimismo era visible. Creían en su fe y en que podían convencer a los infieles bárbaros. A falta de guias que los orientaran fijaron un punto en el horizonte y hacia allí se dirigieron. El camino atravesó grandes praderas con entes salvajes que nunca habían visto antes, como los de largo cuello a los que llamaron giraffios. Enormes treets que crecían de la tierra, tanto que con sus formas tapaban la luz del día. Les maravillaron las montañas y los ríos caudalosos.
Al cabo de varias salidas y puestas de la luz diurna llegaron a una gran aldea. Estaba constituida por una enorme cantidad de chozas de adobe con huecos para ver desde adentro hacia afuera o viceversa además de los conocidos huecos para entrar o salir. Tenían el color de la tierra y estaban rodeadas por un muro que las protegía de las miradas y el ingreso de intrusos. El sitio se llamaba Luminia.
En la entrada, dos ingus de piel oscura y elevada estatura, armados con largas lanzas les interrumpieron el paso.
-¿Quienes son y que desean?.-Preguntaron.
-Somos enviados del Sumo Predicador de la religión de Uzur.
Un casi imperceptible gesto se cruzaron entre ambos guardias y uno de ellos se alejó en dirección a la choza de aspecto más imponente. Cuando volvió dijo solamente:
-Serán recibidos por el rey, pero mañana, hoy deben esperar fuera de la aldea-
El desplante causó indignación entre los miembros de la comitiva. Jurando vengarse de la afrenta, se dispusieron a pasar la noche en el campo. Armaron varias carpas y luego de orar a Uzur se fueron a dormir sin comer en gesto de penitencia.
A la mañana siguiente un guardia los despertó.
-El rey los espera- Les anunció lacónicamente.
Fueron conducidos ante Ungamel, el soberano que además era el Supremo Dirigente de la religión de Ig. Tratando de contener la ira que todavía no los había abandonado se postraron a su pies en señal de respeto.
-No veo la relación entre este gesto suyo de ahora con la soberbia con que han asesinado y torturado a quienes no profesan su fe- Dijo el Rey sorprendiendo a los emisarios. Mientras estos se ponían de pie, los señaló con el dedo acusador y agregó:
-Aquí no vendrán a hacer lo mismo-
Y de inmediato, a un gesto suyo, los rodearon un grupo considerable de guardias y a empellones los llevaron a una choza sin huecos en donde los ataron a los postes de la estructura.
La indignación se trocó en miedo. Temían que todo lo que se les había hecho a los demás les fuera hecho a ellos. Pero la forma de tortura implementada por el Supremo Dirigente de Ig era aún más atroz. Dejó pasar los días sin decirles que iba a hacer, lo que comenzó a volverlos locos sumidos en sus terrores y sus pesadillas.
En un momento, cuando ya habían perdido la nocion de lo transcurrido se apersonó un acólito del Rey y eligiendo al más joven del grupo lo llevó consigo a la choza real. Allí Ungamel le notificó:
-Deberás ir ante tu jefe y le dirás que quienes están aqui prisioneros no saldrán nunca de su encierro, bastante mal han hecho para que se los perdone. Y también le comunicarás que si quiere convencer a los ingus para que se unan a su fe deberá obrar con amor y no con violencia. De lo contrario nos encargaremos de aplastarlo. Ahora vete-
Al muchacho no le alcanzaron las piernas para salir corriendo. Tuvo buen sentido de la ubicación pues le llevó pocas jornadas llegar hasta el Templo a orillas del Mar Interior. Una vez allí le comunicó a sus superiores la novedad y estos enviaron rápidamente mensajeros al Templo donde moraba Serfio.
Cuando el Sumo Predicador se enteró de las novedades montó en cólera. De inmediato llamó al grupo más selecto de los guardias del Templo y les ordenó formar un ejército para destruir a los seguidores de Ig.
-Estos infieles que no adoran a Uzur deben ser destruidos, por que con su creencia ponen en peligro la posibilidad de nuestro pueblo de acceder al Gadir- Les dijo en medio de un discurso, aunque ocultando la verdadera intención de poseer las tierras de aquellos, de las que sabía eran mucho más fertiles.
Una vez organizado el ejército, integrado por los habitantes de las villas vecinas al templo reclutados por la fuerza, partió a su destino. A marcha forzada llegaron a la orilla del Mar Interior en donde obligaron al joven que había llevado el mensaje a servirles de guía.
Internados en los territorios del pueblo de Ig no tuvieron problemas para abastecerse de comida. Los cowers, de carne comestible y los wheates que crecían de la tierra eran abundantes. Por lo tanto llegaron a las puertas del poblado principal y morada del Rey y Supremo Dirigente bien alimentados y con fuerzas para el combate. De inmediato cercaron la aldea y pretendieron rendirla pero la resistencia fue tenaz. Al cabo de varios períodos de luz y sombras comenzaron a notar que una cierta indisposición estaba aquejando a la tropa. Continuos vómitos y diarreas los obligaban a detener la batalla y hacer sus necesidades en donde pudieran o se revolcaran por el suelo presa de fuertes dolores estómacales. No pasó mucho tiempo para que los jefes de los ingus seguidores de Uzur comprendieran que su ejército estaba totlamente diezmado por una enfermedad desconocida. Arrastrándose con las pocas fuerzas que les quedaban comenzaron la retirada pero no pudieron llegar muy lejos. Apenas penetraron en los bosques fueron eliminados por los defensores de la aldea hasta no quedar nadie vivo.
Cuando encontraron entre ellos al joven mensajero, el Supremo Dirigente en persona le dijo:
-Te di la oportunidad de volver a tu tierra vivo y tus mayores te trajeron de vuelta, eres un estúpido si creiste que Uzur te protejería. Ese no es un Dios. Es un invento de unos pocos para sojuzgar al pueblo. ¡Pobres de quienes los siguen!.
Y terminadas sus palabras le asestó al joven un certero golpe de hacha que le separó la cabeza del tronco.

Capítulo 11 Esclavos de su soberbia

Al no quedar nadie vivo las noticias de lo sucedido en las tierras de los seguidores de Ig tardaron en llegar. En realidad lo hicieron con las primeras avanzadas del ejército de Ungamel al Templo de la orilla del Mar Interior. Allí cercaron la aldea y luego de una breve escaramuza tomaron prisioneros a todos los Enviados y a los Consejeros de Uzur, incluso a los estudiantes y los enviaron maniatados a su tierra para ser utilizados como esclavos. Continuaron su avance imparable y cruzaron el Río Exubio. En cuanta aldea encontraban tomaban a ingus machos e ingus hembras que estuvieran en condiciones de trabajar y los remitían para que corrieran igual destino que los primeros prisioneros. Ser esclavos de por vida. Las protestas de los seguidores de Uzur no eran escuchadas. Antes bien, los ingus del pueblo de Ig se mofaban de ellos.
-Ustedes ya habían decidido ser esclavos siguiendo la doctrina de Uzur y su Sumo Predicador Serfio. Ahora es tiempo que sean esclavos útiles-
El avance incontenible llevó a los ejércitos invasores hasta el Templo Mayor y la ciudad rebautizada Brendapólis en donde moraba Serfio. La defensa del recinto no resistió mucho tiempo, desacostumbrados como estaban, a luchar contra un verdader enemigo y no simplemente a aprovecharse de pobres campesinos. El Sumo Predicador, perdida la compostura se escondió tras su trono. Esperó pasar desapercibido pero su vanidad lo delató. No se sacó ninguna de sus brillantes vestimentas ni los collares ni las pulseras. Fue prendido como uno más de sus seguidores y arrastrado entre varios guerreros de Ig hasta el Campo frente al Templo. Aquel campo en el que su padre ordenara el asesinato masivo años antes.
En medio de la confusión un pequeño grupo de Enviados tomó el artefacto de la Fuerza del Aire Rojo y todas las cortezas en donde se encontraba escrito el Libro que había ordenado Trot. Por una puerta oculta huyeron hacia las montañas de la Cordillera Oscura, en una de cuyas cuevas se ocultaron esperando que la situación mejorara.
Las filas de prisioneros que marchaban a la tierra del pueblo de Ig era harto numerosa. Machos, hembras, pequeños. Todos los que podían caminar eran llevados con destino de esclavitud. El Supremo Dirigente de la religión y Rey de su pueblo no sólo deseaba aplicar un fuerte castigo a los predicadores de Uzur por su intolerancia y su violencia sino que ademas aprovechaba la oportunidad para quedarse con las tierras en las que habitaba el pueblo seguidor de Uzur. Por lo que la ambiciosa expansión ordenada por Serfio se convirtió en el primer traspié de un pueblo cegado por ambiciosos y violentos que utilizaban la religión como forma de dominación.
En la región del pueblo adorador de Ig todo era distinto. La fe se volcaba al disco luminoso que desaparecía y volvía en intérvalos regulares. Sin falsas promesas de un regreso anunciado pero no cumplido. Ig estaba siempre allí, para calentar los cuerpos, para iluminar los campos, para dar fuerza a las cosechas. Era el poder que alimentaba y fertilizaba. Por lo tanto solo una breve oración en el momento en que se elevaba por el horizonte era suficiente para agradecer su regreso. Sin violencias, sin ritos impuestos, sin castas sacerdotales.
Los ingus adoradores de Uzur fueron confinados en sitios cerrados mientras eran repartidos entre los cosechadores y los criadores de ganado para que trabajaran como esclavos. En ese encierro, aún ciegos a la realidad se juramentaron huir y volver a sus tradiciones sin pensar que eran otra forma de esclavitud. Se creó una red invisible entre ellos para estar siempre en contacto esperando el momento propicio para la fuga.
Necesitados de un líder buscaron quien los llevara a sus tierras nuevamente pero no hubo por un largo tiempo nadie que se quisiera hacer cargo, temerosos de ser ejecutados por el Rey del pueblo de Ig.
Pasaron varios años. Serfio, desacreditado por su cobardía debió dejar sus preciosas vestiduras rasgadas por el trabajo duro y se convirtió, muy a su pesar, en otro esclavo como cualquiera de los de su pueblo.

Capítulo 12 La Fuerza Roja.

Ocultos en las cavernas de la Cordillera Oscura los seguidores de Uzur que lograron huir tuvieron que ser muy cautos para no ser sorprendidos y capturados. No sólo daban valor a sus vidas sino que además tenían bajo su cuidado las más preciosas reliquias de la religión de Uzur. Estudiando los textos y reviendo la amarga historia de sus creencias, luego de numerosos conciliánbulos decidieron que debían adorar a su Dios desde un nuevo punto de vista. Todo lo hecho hasta ahora era una sucesión incontrolada de violencia y sojuzgamiento. Uzur, decían, no podía haber venido a Gadirania para esto. Si les había enseñado la lengua, la agricultura, la ganadería y muchas otras cosas que habían elevado el nivel de vida de su pueblo no era para generar guerras y muertes en vano.
Durante el día salían a cazar entes salvajes, procurarse los frutos de los entes que crecían del suelo y explorar tratando de descubrir la presencia de soldados del pueblo de Ig. Luego, por las noches, a la luz que proveía el artefacto de la Fuerza del Aire rojo, se sentaban a discutir la nueva religión y aquellos más hábiles transcribían las decisiones en nuevos libros de corteza de madera que pasaron a ampliar la biblioteca referente a Uzur. Este conjunto de escritos eran ocultados en pozos en lo más profundo de las cavernas para que no fueran encontrados por los seguidores de Ig en caso de caer prisioneros.
Como resultado de los debates decidieron mantener la prohibición de las relaciones entre madres e hijos o entre padres e hijas, las relaciones entre machos o entre hembras, los asesinatos y los robos. Incluyeron la solidaridad y la ayuda mutua como exigencias para acceder al Gadir. Simplificaron los ritos a una reunión un día de cada siete pero sólo para agradecer a Uzur por las enseñanzas recibidas por medio de cantos y bailes. Lo fundamental que decidieron fue que todos serían libres de creer en Uzur o en otro Dios si así lo deseaban. No sería por la fuerza la imposición de las nuevas normas. Sería por la fe.
Para lograr esta fe pusieron en los escritos repetidas veces la promesa del Dios de volver algún día. Y ese día sería el de la redención de todos. De manera que si bien las intencioes podían ser buenas apelaban a algo que sabían que no era cierto para lograr más adeptos.
Con el tiempo las costumbres se hicieron más moralistas. No pudieron evitar la tendencia de tratar de controlarlo todo y perdieron la inocencia inicial. Fueron dictadas normas en cuanto a las relaciones humanas que llegaron a regular hasta los momentos más intimos de las personas, aquellos que hechos entre cuatro paredes debían ser sólo privativos de quuienes los ejercían. La vestimenta, el lenguaje, los gestos y hasta los pensamientos se convirtieron en obsesión para los nuevos jerarcas de esta cofradía en su afán de no caer en los excesos de los Predicadores anteriores. Pero cayeron en otros. Ahogaron de tal manera a los creyentes que a pesar del tácito permiso de poder adorar a otros dioses se formaba un vacío tal alrededor de estos ingus que pronto se veían obligados a renunciar a sus creencias para no ser expulsados de la comunidad con el arma de la indiferencia.
Al cabo de unos años el grupo de seguidores de Uzur era una masa sin pensamientos propios, dirigida con férrea decisión por una Asamblea de Enviados. Ese control y el temor a abandonar la seguridad de las cuevas para no ser encontrados por los seguidores de Ig formó un grupo inquebrantable.

Capítulo 13 ¿Que es esto que brilla?

Los adoradores de Uzur en cautiverio debieron abjurar de su fe y convertirse por la fuerza en seguidores de Ig. No se les permitió ningún rito ni mención a un Dios al que sus captores consideraban violento y sanguinario. Perdida su libertad y luego su fe, abandonaron toda esperanza de cambio. Salvo que sucediera algo imprevisto.
Sin saberlo ellos e incluso sus amos ese algo estaba empezando a materializarse en las fonteras de los territorios de los seguidores de Ig, más allá del desierto que se extendía al norte. Otro pueblo de ingus, estos de piel clara y cabellos rojos estaban penetrando subrepticiamente en pequeños grupos. El motivo de estas incursiones era la búsqueda de piedras brillantes de diversos tamaños que ellos utilizaban como moneda de cambio. En sus territorios esta variedad de roca estaba prácticamente agotada y necesitaban muchas más. por lo que, avisados por algunos exploradores se decidieron a ingresar a tierras que no eran suyas, aún a pesar de que pudieran encontrar resistencia de los moradores originales.
Cuando llegaron las primeras noticias a la capital del pueblo de Ig de esta invasión, el Rey y Supremo Dirigente comenzó a organizar los ejércitos para la defensa. Esto significó que se descuidaran las guardias sobre los esclavos a los que consideraban asimilados a sus leyes y costumbres. Enterados los ingus de Uzur, comenzaron a hacer planes para su huida. Debían lograrlo antes de la llegada de los invasores pues no sabían si estos serían peores amos que los que ya conocían. Tomaron la decisión de intentarlo apenas marcharan las columnas de soldados hacia el norte y quedara sólo una pequeña guarnición en el lugar. La idea era hacerlo en pequeños grupos para que no se notaran las ausencias de inmediato. Se sortearon el orden en que lo harían, sabiendo que los últimos eran los más expuestos. Una noche tan oscura que no se podía ver más allá de la palma de la mano partieron los primeros. En los días sucesivos se fueron marchando los demás en orden. Cuando los amos comenzaron a notar los faltantes, concurrieron a las chozas en donde los esclavos vivían haciendo sentir su furia en los que aún estaban y azotándolos con tanta fuerza que los dejaron prácticamente en carne viva sin distinguir a machos, hembras o crios. Estando en semejante estado ya no tuvieron fuerzas para irse, resignados a su suerte.
A los que huyeron hacia el Mar Interior donde había estado uno de sus templos no les fue mejor. Al cruzar el río Exubio se encontraron con patrullas de los seguidores de Uzur que moraban en la Cordillera Oscura. Éstos ya no reconocían a quienes fueran sus hermanos en la fe, debido a su ceguera espiritual y viendo que no estaban armados los echaron de nuevo por donde venían. De nada valieron las súplicas de los fugitivos gritadas desde la orilla opuesta. Finalmente cercados por uno y otro lado decidieron intentar la ascensión a la Roca Cristalina que alguna vez fuera refugio para perseguidos. Estaban por iniciar la subida cuando fueron alcanzados por las vanguardias de los ejércitos invasores de los del cabello rojo. No se resistieron. Agotados por la marcha y con la fe perdida se dejaron llevar a los campamentos de prisioneros. Al llegar se enteraron de la suerte corrida por los que quedaron en Luminia y además supieron que los nuevos invasores que no tenían ningún Dios para adorar, salvo a las piedras brillantes, eran los amos de todo el territorio.
A partir de ese momento seguidores de Uzur y seguidores de Ig se convirtieron en esclavos de los nuevos amos, quienes los enviaron buscar dichas piedras a riesgo de su vida.
Las minas donde se extraían las piedras se excavaban en medio de las montañas. En muchas ocasiones se producían derrumbes que causaban la muerte a los esclavos. Luego eran enviados otros esclavos a seguir con las excavaciones y retirar los cuerpos muertos. Así, hasta el próximo derrumbe y nuevamente cadáveres y rocas eran extraidos con las manos a falta de herramientas. Los esclavos no entendían la codicia de los ingus de cabellera roja. Para ellos las piedras brillante no tenían ningún valor.
El paso del tiempo, las inclemencias, el trabajo rudo, la falta de alimentos y las enfermedades diezmaron a los esclavos. Sólo unos pocos quedaban en pie cuando los dueños de las minas llegaron a la conclusión de que no se podía extraer nada más de las montañas y sorpresivamente se fueron como habían llegado.
Abandonados a su suerte, los sobrevivientes entre los cuales se contaban a seguidores de Ig y de Uzur lentamente se dirigieron a la capital del reino de Ig y entre lo que quedaba de su muros trataron de descansar y recuperar su fuerzas. Reunidos alrededor del aire de la Fuerza Roja intentaron convivir en paz. El noble propósito duró lo que un suspiro.
Todo comenzó cuando un ingu, no importa de cuál de los pueblos, mostró a quienes estaban a su lado un bolsa llena de piedras brillantes que había robado a los amos de la cabellera roja. De repente se despertó en todos el afán de poseer ese tesoro. Habían aprendido que tenían mucho valor y que se podrían obtener muchas cosas con ellas. Tal vez bullets que ayudaran en las tareas del campo, o viviendas, o hembras, o herramientas. La codicia que antes no habían entendido en los antiguos amos los perdió por completo. Una serie de asesinatos que sólo lograban pasar la fatídica bolsa de mano en mano redujo lo que quedaba de ellos a solo cuatro ingus. Uno poseía las piedras y no reposaba para no ser asaltado. Los otros velaban para sorprenderlo y evitar su fuga. El cansancio y la tensión hizo presa de ellos. Quedaron dormidos al unísono para no despertar jamás.

Capítulo 14 "La nueva expansión"

Cuando las expediciones de los seguidores de Uzur refugiados en la Cordillera Oscura llegaron a la conclusión de que el peligro de ser sorprendidos por guerreros de Ig era inexistente se animaron a recorrer más territorio. De vez en cuando encontraban alguna choza de un labriego solitario o con su familia y las noticias eran siempre las mismas. El reino de Ig había desaparecido y de los seguidores de Uzur que fueran esclavizados ya no quedaba nadie con vida.
En una de esas recorridas encontraron en una caverna a una mujer anciana y un apuesto joven que la cuidaba con devoción. Los integrantes de la patrulla creyeron advertir que esa devoción encerraba un amor perverso a los ojos de Uzur. No tuvieron mucho tiempo para comprobarlo. La mujer falleció casi inmediatamente de haber sido encontrados. El hombre levantó una pira funeraria y prendió el cadaver con la Fuerza Roja hasta que lo consumió por completo. Luego de la ceremonia aceptó ir con los expedicionarios a las cavernas de la Cordillera Oscura.
-¿Cual es tu nombre?- le preguntaron
-Soy Estoris el hijo de Trot-
Gritos amenazantes se oyeron entre los presentes. Reclamaban matarlo por ser el descendiente de una dinastía maldita. Pero los líderes acallaron las voces.
-De todas maneras es descendiente de Usbir, el guardián de la Fuerza Roja- dijeron
-Necesitamos un nuevo Sumo Predicador que comande la nueva expansión de la religión de Uzur, de todas maneras no actuará solo, la Asamblea de Enviados conmtrolará sus actos y tendrá prohibido nombrar a un sucesor de su familia-
La comunidad aceptó aunque a regañadientes la idea, pero ya hacía tiempo que nadie se atrevía a contradecir a los miembros de la Asamblea. Por lo tanto Estoris se vio de pronto nombrado con el cargo que ostentaran su abuelo, su padre y su tío. Pero ya no contaría con el poder personal de aquellos en medio de una religión que intentaba convertirse en una luz de moral para toda la Gadirania y no sólo el instrumento de los advenedizos.
La primer medida que tomó el nuevo Sumo Predicador fue reconstruir el Templo que había sido destruido por los seguidores de Ig, primero y por los ingus de cabellera roja después. La decisión fue aprobada con júbilo. Se sentían alegres de volver a la tierra que les perteneciera. Era un exigua caravana la que se puso en marcha para el regreso pero los animaba la idea de llegar a destino. Sin descanso cantaron oraciones de agradecimiento a Uzur durante el camino.
Cuando llegaron se pusieron manos a la obra. Lo primero que hicieron fue arreglar la muralla perimetral y extenderla para dar mayor tamaño al templo y sus anexos. Construyeron en adobe el gran salón de ceremonias. Le realizaron ventanas para que penetrara la luz diurna y colocaron en el cielorraso tapices aún más hermosos que los antiguos. En el extremo opuesto a la entrada colocaron el Artefacto de la Fuerza Roja dentro de una caja de madera y ubicaron todas las cortezas en donde estaba escrita la historia de la religión de Uzur en varios huecos en las paredes. Ls habitaciones del Sumo Predicador no le iban a la zaga al salón en cuanto a lujo. El conjunto se componía de un dormitorio para éste y varias estancias para sus secretarios y sirvientes.
El cuerpo de Brendan fue trasladado de su tumba en medio del campo a otra sala construida para contenerlo. Sus restos fueron acomodados en una caja de madera ornada por varios artistas con motivos sobre la vida del primer Predicador. Algunos reales, otros inventados.
La siguiente orden fue reorganizar los grupos de Enviados. Pero en esta ocasión Estoris decidió que no serían acompañados de los Consejeros que en épocas pasadas sembraran el terror en la población. De todas maneras se reservó el poder de organizarlos en caso necesario.
La Asamblea acompañó con su aprobación todas las medidas. Deseaban expandir la religión de Uzur y apelarían a cualquier medio para lograrlo. Estoris era condescendiente con sus miembros. Sabía que los necesitaba de su lado y procuró parecer un Predicador justo y razonable. Además debía borrar de la memoria de los fieles el pasado tormentoso de su familia.
La paz pareció instalarse en los territorios del pueblo de Uzur. La multiplicación de sus seguidores como consecuencia de numerosos nacimientos sirvió para poblar no sólo las tierras originales sino también las que habían sido de los seguidores de Ig. El único temor era que los ingus de las cabelleras rojas volvieran a extraer piedras brillantes. En ese tiempo las aldeas se hicieron más grandes. Cada una poseía un templo dirigido por un Enviado que se encargaba de la asistencia espiritual de los pobladores. Para el Gobierno Civil se designaron Magistrados que tenían a cargo la economía y los asuntos legales. Los Enviados eran supervisados por el Sumo Predicador, los Magistrados y la Asamblea.
La masa del pueblo no pensaba por si misma. Acpetó las reglas impuestas y durante mucho tiempo nadie se atrevió a objetar nada a la nueva ley. Nadie quería ser ajeno a los seguidores de Uzur, no sólo por el temor de perder la oportunidad de ir al Gadir a su muerte, sino que la pertenencia le aseguraba la protección ante la aparición de algúnm enemigo.
Lo que no advirtieron los jerarcas de la religión era que con el tiempo los ritos fueron perdiendo la exaltación original y sólo eran seguidos con cierta apatía. La costumbre venció a la población en general y la fuerza de su teología sólo era mantenida por algunos fanáticos cercanos al poder. Al no haber actos de herejía visibles estos líderes creyeron que estaba todo bien. La gente seguía concurriendo a los Templos, ofrecía a los recién nacidos, respetaba la moral y hacía las donaciones pertientes.
Estas donaciones no hacían más que enriquecer el Templo Mayor en el que moraban Estoris y sus allegados. El lujo se fue haciendo más ostensible pero era tolerado. El Artefacto de la Fuerza Roja pasó de la caja de madera a una de cristal con bordes de un nuevo material color amarillo que algunos aventureros extraían de la roca. Pronto ornaron toda la sala con este material. Realizaron imágenes de los Predicadores anteriores y en el extremo levantaron una estatua de Uzur tal como se lo había descripto de generación en generación.
Pero la más importante estaba por suceder. Estoris decidió conocer que había más allá de sus fronteras. Para ello envió grupos de exploradores para que, subrepticiamente, trajeran noticias de sitios lejanos. Cundo luego de mucho tiempo comenzaron a llegar de sus travesías sus relatos produjeron grandes expectativas al Sumo Predicador y a la Asamblea.

Capítulo 15 "Relatos de otros sitios"

Los primeros exploradores trajeron noticias del pueblo de las cabelleras rojas. En cierto modo fueron tranquilizadoras. Sabían que no eran adoradores de ningún Dios, salvo de las piedras brillantes. Pero no era de esperar ninguna invasión de su parte como en el pasado, ya que habían encontrado un yacimiento de ellas hacia el norte, cerca de donde la tierra se cubría de enormes montículos de un material transparente y muy frío. Y hacia allí fueron a extraerlas.
Los segundos hablaban de un pueblo desconocido. En principio los confundió el hecho de que adoraran al círculo de luz que aparecía por un horizonte y desaparecía por el otro. Círculo al que un pueblo que conocían llamabn Ig. Pero sabían que los seguidroes de Ig estaban totalmente diezmados. Comprendieron que a pesar de ser el mismo Dios eran otras creencias ya que a este llamaban Akar. La capital de este pueblo se llamaba Vitelium. Estoris, al escuchar estos relatos decidió que no era necesario influir de momento en las costumbre de estos herejes con el riesgo de incurrir en nuevos desatres como los acontecidos años atrás.
Los terceros exploradores llegaron con novedades más inquietantes. Habían encontrado un pueblo que adoraba a un ser de vestiduras brillantes, que portaba arterfactos desconocidos y que habiendo partido un día en su carro volante, prometió su regreso en tiempos futuros. Las estatuillas que trajeran de aquel Dios fueron asombrosas. Eran la misma imagen de Uzur. Pero a este Dios lo llamaban Azur y su ciudad principal tenía el sugestivo nombre de Gadis. El Sumo Predicador de inmediato reunió a los miembros más notables de la Asamblea y trató con ellos el tema a puertas cerradas, no sin antes hacer jurar silencio absoluto a los portadores de semejante noticia.
De la reunión con la Asamblea no surgieron más que preguntas. Y ninguna respuesta. ¿Sería otro Dios como el que ellos adoraban? ¿O sería el mismo? ¿Y, en ese caso, cuando volviera a que pueblo reconocería como suyo? ¿Estos extranjeros los estarían engañando? ¿O serían sinceros? ¿Habría estado el gran Uzur en más de un lugar?.
La perspectiva de perder la razón de sus creencias y su poder los llevó a callar todo para que no llegara a oidos del pueblo. Y no satisfechos con la orden de silencio dada a los exploradores los hicieron asesinar con la excusa de ser traidores a Uzur.
Pero no terminaría todo allí. La otra noticia que inquietó a Estoris llegó con el cuarto grupo de exploradores. Estos detallaron la existencia de otra civilización mucho más adelantada que se asentaba tras la Montaña sin Cumbre, llamada así por que sus picos estaban continuamente cubiertos de nubes. Esta civilización llamada Irenia construía sus casas y templos en piedra. Poseían un ejército con armas desconocidas y armaduras que protegían a los soldados. Habían domado a los entes salvajes llamados horsies que arrastraban sus carros y se cubrían con finas vestiduras que no estaban hechas de pieles. Eran tan avanzados que tapaban los huecos para ver y entrar en sus moradas con tablas de madera para trabarlas y cerrar el paso a los extraños. En cuanto a sus creencias pudieron saber que adoraban a multitud de Dioses. Los había para la paz, para la guerra, para la procreación, para las cosechas, para el amor y hasta para hacer daños a otros. En realidad en cada casa había un Dios distinto. Cada persona tenía un Dios personal y todos estaban permitidos.
Estoris reunió de nuevo a la Asamblea. Mientras escuchaban a los exploradores comenzó a pergeñar una audaz idea. Una civilización organizada era un buen blanco para dinfundir la fe en Uzr. Sería unir la religión con más poder. Pero debían dar pasos sigilosos para penetrar en la mente de los gobernantes y convertirlos. Así, luego acabar con aquellos herejes que decían seguir a Azur, antes de cuando el Dios decidiera volver.
Durante varios días estuvieron reunidos nuevamente a puertas cerradas. En principio le costó al Sumo Predicador convencer a los miembros de la Asamblea. Pero luego de exponer una y otra vez sus argumentos se fueron convenciendo poco a poco. La primer medida que tomaron fue enviar a dos des estos miembros, obviamente mucho más ilustrados que los exploradores con el fin de conocer en detalle creencias y costumbres. Además irían como una embajada oficial. Los mismos exploradores fueron con ellos, no solamente para servirles de guías sino también para que no anduvieran contando por allí lo que sabían.
El plan de Estorisa era novedoso. Esta vez no tratarían de obligar por la fuerza al pueblo a sumarse a la fe en Uzur. Lo harían, en todo caso, sus propios gobernantes.

Capítulo 16 "La Embajada"

Una madrugada cuando la niebla matinal aún cubría los campos el pequeño grupo formado por los miembros de la Asamblea y cuatro fornidos ingus de aspecto rústico se puso en marcha. Salieron por la entrada de la empalizada sin que lo notara nadie ya que la mayoría de los habitantes dormía. Solo los soldados que montaban guardia se preguntaron entre ellos adonde irían personajes tan importantes fuera de la seguridad de Brendapólis. Cruzaron los vastos sembradíos, alguna choza aquí o allá eran la única señal de presencia de ingus. Pronto dejarían estas tierras y penetrarían en los dominios de los wolfers, tiguerius y laemons salvajes. Pero no estaban asustados. Llevaban suficientes armas. Hachas, lanzas y dagas. Y sabían que la Fuerza Roja asustaría a estos entes en la noche cuando rondaran el campamento.
Durante el largo viaje no perdieron oportunidad de llevar la palabra de Uzur por los poblados que pasaban. No les costaba mayor esfuerzo, ya que mientras estuvieron dentro del territorio de su pueblo nadie intentaba contradecirlos. Cuando traspusieron la frontera se volvieron más cautos. Los miembros de la Asamblea guardaron los báculos que eran sus atributos de poder para pasar por viajantes comunes.
Cruzaron montañas y valles, extensos ríos y prados de mil colores. Cuando empezaron a divisar las primeras moradas hechas en piedra el asombro los invadió.
No sólo se trataba de las moradas. Carros tirados por horsies salvajes y dirigidos por ingus con látigos surcaban los caminos realizados también en piedra. Los habitantes semejaban un hormiguero que hubiera sido desmoronado, pues en grandes cantidades iban de aquí para allá, aparentemente sin rumbo fijo. Regimientos de soldados cuidaban en los alrededores. Llevaban en la cabeza un sombrero a todas vistas de metal y el cuerpo cubierto del mismo material.
En medio de la multitud los viajeros pasaron desapercibidos. A sugerencia de los guías tomaron uno de los caminos para llegar a Indra, la capital. Era tal la extensión de las tierras de este pueblo que aún les tomó varios días más llegar al sitio deseado. Cuando lo hicieron el asombro fue mayor. Grandes edificios al lado de los cuáles el templo de Uzur era como una pequeña choza se levantaban sobre estrechas callejuelas. Algunos tenían hasta un piso por sobre el primero, lo que obligaba a los embajadores a levantar la vista como no lo habían hecho nunca antes. Una de las calles los levó hasta un enorme espacio abierto completamente pavimentado. Frente a el se encontraba la más fastuosa de las construcciones.
-Es el palacio del rey- Dijeron los guías.
Los miembros de la Asamblea sacaron sus báculos de donde los ocultaran y se dirigieron al palacio. En la entrada un grupo de soldados les interrumpió el paso. Trabajo les costó hacerse entender ya que hablaban otro idioma pero los pocos vocablos que aprendieron los guías en su viaje anterior les bastaron para indicarles que se trataban de dignatarios que deseaban ver al rey. Ante esta situación se presentó el jefe de los guardias quién en persona los acompañó hasta la Sala de Espera en donde advirtieron que había cientos de personas antes que ellos con la misma intención. No quedando más bancos disponibles se sentaron en el suelo y procuraron hacerse de paciencia.
Cuando llevaban varias horas esperando, los miembros de la Asamblea sintieron ganas de hacer sus necesidades y salieron en busca de un sitio oculto a las miradas.
Entraron en un campo con grandes árboles y en el preciso momento en que se levantaban sus pieles los alcanzó uno de los guías para avisarles que no se hacía así en este pueblo. Que existían sitios cerrados para tal ocasión. Así fue que conocieron los baños públicos. En los sucesivos días que duró la espera concurrieron a los baños aunque no tuvieran necesidad, fasacinados por la novedad.
Finalmente les tocó entrar en la Sala del Trono. Caminaron sobre un piso suave y silencioso que se extendía hasta el trono mismo. Allí sentado, cubierto por finas vestiduras de un material blanco, casi transpartente, estaba el soberano, Arquimio IV. Se postraron ante él. Con la mayor humildad posible se presentaron como representantes de la Asamblea y del Sumo Predicador de Uzur. Regalaron al rey una caja realizada en material amarillo y pasaron a explicarle el motivo de la visita.
Se trataba de entablar lazos de amistad entre ambos pueblos y, si era posible, predicar la ley de Uzur en este reino. El rey los escuchó indolente. No prestó demasiada atención al regalo que prestamente entregó a su chambelán y practicamente en un gesto de despedidad les dijo:
-Si, pueden ser amigos de nuestro reino pero su dios jamás entrará en nuestras creencias, tenemos muchos dioses, es cierto, pero son de nuestra exclusiva invención. No lo traen los extranjeros.-
En silencio salieron a la calle. Se detuvieron en la Plaza y cuando los guías le manifestaron a los miembros de la Asamblea que el viaje había sido un fracaso estos le contestaron:
-No crean, solo hace falta un poco de tiempo- Y sonrieron maliciosamente.
Buscaron albergue en una casa de las afueras de la ciudad y luego enviaron a uno de los guías con una nota escrita por los dignatarios para ser entregada al Sumo Predicados en persona.
-Ve, entrega la nota y el Sumo Predicador sabrá que hacer. Aquí nos quedamos a esperar sus noticias-
A costa de algunas magulladuras y risas de los ingus de Irenia, el mensajero pudo montar uno de los horsies domesticados y eso le posibilitó llegar al Templo en poco tiempo. Al menos en mucho menos de lo que hubiera tardado caminando.
Grande fue la sorpresa de los seguidores de Uzur que sembraban a lo largo del camino, de los guardias del Templo y del mismo Estoris cuando lo vieron llegar. A pesar de la novedad el Sumo Predicador solo prestó atención a la nota que le enviaba su embajada.
De inmediato se encerró en sus aposentos. Meditó largamente. Lo interrumpían solamente para un baño y la comida. Luego de cuatro días reunió a la Asamblea y les manifestó su nuevo plan.
-Es la solución más sencilla que se me pudo ocurrir. A veces las cosas comienzan por lo más complicado y luego tienden a lo elemental-
Luego del preámbulo continuó:
-Mandaremos a las tierras de Irenia un grupo de personas preparadas. No Predicadores ni Enviados que delaten sus jerarquía sino gente que sepa lo suficiente de Uzur pero que hable como el común del pueblo. Esta gente se adaptará a las costumbres de Irenia y comenzará a adorar a Uzur como si lo hubieran creado para si mismos como lo hacen los nativos. Luego, lenta y subrepticiamente comenzarán a inroducirlo a sus vecinos. Y procurarán extender el culto hasta acabar con todos los demás dioses-
-Pero demandará mucho tiempo- Le contestaron.
-Tiempo es lo que nos sobra, si no es durante mi mandato será en el de mi sucesor o el siguiente. Si esa civilización es tan importante debe estar bajo nuestro dominio aunque nos tardemos-
De imediato comisionó Enviados que debían buscar a gente del pueblo para educarlos y enviarlos en la misión. El siguiente paso fue enviar de nuevo al mensajero, que en este tiempo ya se había vuelto diestro con el horsie domesticado, con la orden de hacer regresar a la embajada. Que presentaran sus saludos al rey y se volvieran sin hacer mucho ruido.

Capítulo 17 "La misión"

El tiempo que empleó el mensajero sumado al que se tomó Estoris para tomar decisiones no fue desaprovechado por lo miembros de la embajada en Irenia. En lugar de perder el tiempo en recepciones y banquetes reales se dedicaron a hurgar por lo sitios más insólitos de la capital de esta civilización. Hablaron con arquitectos, carpinteros, artesanos, herreros, gente de calle, soldados, comerciantes, labriegos. Todo cuanto escuchaban lo anotaban. Así llenaron varios rollos de un material suave al que llamaban paperio sobre el que se podía escribir en lugar de hacer anotaciones en cortezas de árbol. Cuando el mensajero llegó no esperaron demasiado para cumplr con la orden del Sumo Predicador. Para no demorarse demasiado dejaron su mensaje de despedida con el chambelán del rey y emprendieron el viaje. No pocas aventuras pasaron en el regreso debido al clima adverso y la presencia de wolfers y tiguerius salvajes rondando los campamentos, pero en varias jornadas estuvieron a las puertas del Templo. Concurrieron directamente a los aposentos de Estoris. Cuando fueron recibidos por éste, desplegaron sus informes. Mostraron las anotaciones, explicaron cuanto habían visto y enseñaron algunos objetos que consiguieran en su estadía.
El Sumo Predicador se mostró maravillado por las novedades. Reunió a los artesanos y les indicó que debían aprender de cuanto estaba anotado. Quería utilizar los conocimientos adquiridos para engrandecer el Templo y las construcciones adyacentes. Y si era posible, construir una ciudad como la capital de Irenia. Los Maestros de Obra aceptaron el desafío con gusto y le prometieron engrandecer la capital del reino de Uzur tal como la merecía el Dios.
En tanto, la preparación de los ingus que viajarían a Irenia continuaba, el Sumo Predicador se presentaba todas las mañanas para supervisar el avance de las enseñanzas. En cada ocasión no cesaba de repetirles cuán importante era su destino.
El grupo estaba constituido por ingus de ambos sexos e incluso de corta edad. A Estoris, como a cualquier macho le molestaba la presencia de las hembras en temas que tuvieran que ver con la religión pero era necesario que fueran para procrear nuevos miembros ya que preveia una larga duración y obligatorio recambio de miembros de la misión. Luego de la visita del Sumo Predicador se oraba y se concurría a las salas de enseñanza, primero se los instruía en la historia y más tarde en los fundamentos de la religión. Después de la comida praticaban el oficio que desempeñarían en la nueva tierra y en el atardecer eran visitados por dos miembros de la Asamblea que habían viajado a Irenia para aprender con ellos la forma de vestir, de actuar y los modos del lenguaje.
En ocasión de la partida de los misioneros, el Sumo Predicador reunió a los seguidores de Uzur en las puertas del Templo para que fueran testigos de tan magno acontecimiento y los acompañaran con sus oraciones. A pie, cargando sus pertenencias en carros tirados por ellos mismos se pusieron en marcha. La multitud y el mismo Estoris en persona siguieron con la vista al contingente hasta que se perdió en una de las curvas del camino. Luego, cada uno volvió a sus ocupaciones seguro de que pasaría mucho tiempo hasta que se supiera de ellos nuevamente.
Hembras, pequeños y bultos eran un impedimento importante para avanzar más rápído. Al menos eso sentían los exploradores que nuevamente se colocaron a la cabeza de la expedición, pero tuvieron que armarse de paciencia y andar al ritmo impuesto.
La marcha no fue fácil. Perdieron una hembra y dos pequeños atacados por los wolfers salvajes y un ingu macho se despeñó cayendo al vacío cuando trataba de cazar un deera para la cena. Perdieron un carro al quebrarse las ruedas y no tener con que repararlas. Debieron repartir los bultos en otros carros y continuar.
Por eso, cuando llegaron a los limites de Irenia resoplaron de alivio. Al tomar por uno de los caminos de piedra que conducían a la capital temieron volverse demasiado conspicuos ya que no poseían horsies domesticados para tirar de los carros, por lo tanto adquirieron varios en un comercio que se especializaba en ellos. Y continuaron, ahora mucho más aliviados. La idea de instalarse en la capital, donde multitudes de ingus habitaban había sido del Sumo Predicador ya que consideraba que era más fácil pasar desapercibidos y nadie los tomaría por extranjeros.
Otra de las medidas inteligentes fue dispersar el grupo en varias familias, para que no pareciera que existía contacto entre ellos. Fueron entrando por separado por las diferentes puertas de la ciudad y cada familia se dirigió a una calle diferente según el oficio que realizaba el ingu macho. Las ocupaciones de los habitantes estaban divididos por distritos y cada uno tenía una calle principal en donde estaban ubicados los locales. Luego de que cada familia tuvo su sitio pra vivir los exploradores, de acuerdo a lo indicado, emprendieron el regreso a la tierra de Uzur para notificar a Estoris.
A partir de ese momento los misioneros quedaron librados a su suerte. Lo primero que hicieron fue acomodarse en sus nuevas viviendas, luego abrir los locales para exponer sus artesanías y comenzar a vivir una vida aparentemente normal. Todas las familias poseían un imagen de Uzur, algo tosca para que no parecieran muy importantes y las colocaron en un lugar visible en los locales en donde entraba el público. Ante esas imágenes oraban de manera que se notara y pareciera que era su Dios particular.
Como cada habitante tenía su propio Dios, en principio pasaron desapercibidos. Pero no faltó quien preguntara, curioso por saber que carácteristicas tenia la deidad. El mensaje era trasmitir que la copulación entre padres e hijas o entre madres e hijos estaba prohibida, lo mismo que copular con otra hembra, o macho, que no fuera el propio, menos entre machos o hembras entre sí. También estaba prohibido el robo o el asesinato.
-¿Pero tienen un Dios para que les prohíban todo?- Preguntaban algunos.
-¿Y, no hay entre ustedes alguien que cometa esos actos?- Preguntaban otros.
-Los que comenten esos actos son castigados por Uzur- Contestaban.
-¿Y los que no?- Repreguntaban
-Iran al Gadir cuando dejen de respirar.
-¿Y eso que es?-
-El lugar en donde estaran con Uzur-
-¿Y eso es bueno?-
-Es que allí viviran por siempre, gozando de su hospitalidad-
-¿Y cuando se llene el lugar adonde irán?-
Para evitar tamaña pregunta los seguidores de Uzur preguntaron a su vez tratando de saber más.
-¿Por que hemos de tener tantos dioses?-
-Fácil, por que cada uno tiene el dios que lleva dentro. Un dios a su medida. Para nosotros dios es un sentimiento. Y cada uno expresa sus sentimientos.
-¿Y donde van cuando ya no respiran?-
-Pues, ¿adonde debíamos de ir?.
-¿Que pasa con los que se portan mal?-
-Son castigados de acuerdo a la Ley-
-¿Que pasa con los que se portan bien?-
-Deberían saberlo, nada, es su obligación-
Estos diálogos se sucedían cada vez que alguien se acercaba a las tiendas. Los seguidores de Uzur tratab de hacer preguntas de manera de no parecer extranjeros pero nunca falta quien sospecha de ellas, debido a que si eran miembros del pueblo de Irenia debían saber las respuestas.
De todas maneras nadie molestó a los ingus creyentes en Uzur debido a la libertad religiosa que imperaba

Capítulo 18 "El Templo"

Sucesivas ampliaciones había sufrido el Templo de Uzur. Desde las cavernas utilizadas por Hagar, pasando por las primitivas chozas y las construcciones en adobe a las que permanentemente se le agregaban nuevas habitaciones. Pero esta vez la reforma era total. Estoria había designado un nuevo sitio en lo alto de una loma desde donde se podía ver el poblado y a su vez era visible para todos sus habitantes. Además la utilización de piedra permitía no sólo hacerlo mucho más grande sino que también mucho más lujoso. La nave central tenía un techo tan alto que intimidaba a los fieles acostumbrados a la sencillez anterior. La forma seguía siendo redonda y en su centro ubicado en un altar de la misma piedra que la construccción estaba colocado el artefacto de la Fuerza Roja encerrado en una caja de cristal con guarniciones de metal dorado. De acuerdo a la costumbre no había bancos ni sillas. Los creyentes debían postrarse de rodillas y permanecer asi mientras oraban. Del techo y las paredes colgaban grandes lienzos pintados de vivos colores. En los muros se repetían estas pinturas que representaban los hechos de los milagros de Uzur y las vidas de sus Predicadores. Exploradores que pasaran por los restos de la capital de la desaparecida civilización de Ig encontraron dispersos en varios sitios aquellas piedras brillantes que adoraban los ingus de la cabellera roja y las llevaron en ofrenda al nuevo Templo. El Supremo Predicador determinó que fueran ubicadas como adornos en los muros de piedra. El brillo que reflejaban maravilló a los fieles de Uzur cuando entraron en la Sala principal. Además fueron confeccionados adornos, herrajes de puertas y ventanas en el metal dorado que también despedía un brillo fulgurante. Todo el conjunto no hacía más que exaltar la gloria del Dios. Ahora, Estoris creía que semejante prueba de adoración convencería a Uzur en el caso de su regreso al planeta que este era en verdad el pueblo elegido. Los habitantes más ricos imitaron en sus casa la arquitectura del Templo y en poco timepo alrededor de la construcción principal se levantaron grandes mansiones de piedra. Se pavimentaron los caminos y en las afueras hasta los más pobres hicieron dentro de su posibilidad, sus modestas habitaciones en el nuevo material que habían comenzado a dominar.
En el cruce de caminos en donde por mucho tiempo se levantara el mausoleo de adobe en memoria del primer Predicador, Brendan se erigió otro más suntuoso e imponente en bloques de piedra y no contentos con esto construyeron otros mausoleos para aquellos Predicadores que lo siguieron: Hagar, Usbir y Trot. En ellos pusieron los restos mortales ahora considerados sagrados a pesar de las desventuras en que habían involucrado a su pueblo. El único que tuvo mausoleo sin cuerpo fue Serfio, ya que siendo desaparecido entre los esclavos tomados por los seguidores de Ig, jamás se lo halló.
En medio de tanta actividad Estoris tuvo tiempo de meditar acerca del futuro de la creencia en Uzur y ayudado por la Asamblea tomó la decisión que marcaría a fuego el futuro de sus sucesores y demás sirvientes del Dios. Conciente de todos los conflictos surgidos de la pelea por el cargo de Supremo Predicador entre sus parientes determinó que de ese momento en adelante todos los que fueran Enviados o Predicadores no debían ser casados y nunca deberían tener contacto con hembras ya que eran ellas las que con sus ambiciones demedidas provocaban desatinos como los ya vivídos.
Para evitar cualquier tipo de familiaridad entre los elegidos para servir a Uzur y las hembras determinó que todas las que trabajaban en el Templo principal y los de todos los poblados fueran echadas de sus puestos y se tomaron machos para hacer lo que ellas hacían. La medida no fue discutida por nadie, ni siquiera por las damnificadas. El poder del Supremo Predicador y la Asamblea era absoluto.

Capitulo 19 "Conflicto en Irenia"

Con el transcurso de los años la feligresía en torno a Uzur en el pueblo de Irenia se hizo más numerosa. En realidad los seguidores del Dios no habían logrado más que unos pocos adeptos pero con el nacimiento de una gran cantidad de hijos de los matrimonios se consiguió al menos que se hiciera notar la nueva creencia. Como ni siquiera era usual que los hijos heredaran los dioses de sus padres algunos funcionarios suspicaces comenzaron a observar este desarrollo en forma subrepticia. En cierta forma no tenían nada que objetar en cuanto a la elemental teología del nuevo Dios pero debido a que siempre se había cuidado que no existiera un poder religioso dominante la preocupación rondó por el palacio de Arquimio IV.
Los funcionarios conversaron con los seguidores de Uzur y tomaron nota de sus respuestas. Munidos de esta información se apersonaron al rey pidíendo órdenes al respecto. Éste decidió conocer personalmente a la congregación, pero para evitar apabullarlos con su presencia se vistió con ropas sencillas y acompañado solamente por un magistrado caminó por las calles donde tenían sus tiendas. Hizo lo mismo que sus funcionarios. Fingiendo interés por los productos que comercializaban en cuanto pudo trabó conversación acerca del Dios. Anduvo por el barrio de los mercaderes calle arriba y calle abajo. Finalmente cuando tuvo un panorama de la situación se volvió al palacio y reunió a sus subordinados.
-Sus informes son buenos en cuanto al contenido, pero han cometido un gran error, no se dieron cuenta que son extranjeros-
Un murmullo persistente invadió el Salón de Reuniones. Los funcionarios sorprendidos se acusaban en voz baja mutuamente por no haberlo notado.
-¿Y que haremos ahora?- Preguntaron.
-Expulsarlos, no cabe dudad. Los han engañado. Estos individuos son, seguramente, del mismo pueblo de aquellos que vinieron en embajada para solicitar permiso para comerciar e imponer a su Dios-
A pesar de ser clara la orden del rey no pudo ser cumplida con la presteza deseada. Al presentarse los soldados para echar a los seguidores de Uzur se encontraron con tenaz resistencia no sólo por parte de los perseguidos sino de todo el barrio. Los habitantes de Irenia, aunque no compartían la fe de los extranjeros se alzaron contra el poder del rey ya que sus órdenes iban en contra de la costumbre de tolerancia tradicional. Se sucedieron enfrentamientos armados entre los pobladores y los militares hasta que estos últimos fueron arrojados fuera de los límites del poblado de los mercaderes. Conciente que su insistencia podía provocar una guerra civil, el rey abandonó la idea de echar a los extranjeros y toleró sus prácticas.
Las noticias de estos sucesos llegaron a oídos del Supremo Predicador y la Asamblea pero en una sábia decisión acordaron no reralizar ningún tipo de protesta formal para no generar un enfrentamiento armado entre ambos pueblos.
En Irenia, el rey determinó una nueva política a seguir. Agentes debidamente entrenados debían vigilar a los extraños para tratar de sorprenderlos en algún tipo de delito que estuviera penado por la ley.
Así, acusándolos por otros motivos podían encarcelarlos y quitarles sus garantías personales sin provocar la ira del pueblo. A esta práctica sumaron ataques anónimos a los locales de venta, destruyendo la mercadería de manera que, en la miseria, tuvieran que marcharse o verse en dificultades para pagar los impuestos.
La idea comenzó a dar resultado. Varios de los ingus seguidores de Uzur fueron encerrados por no pagar sus permisos de comercio. A pesar de ello sus hembras y sus hijos continuaban al frente de los negocios tratando de sobrellevar la situación.
En su interior ArquimioIV profesaba cierta admiración por estos extranjeros en lo referente a su habilidad para el comercio. Le sorprendía la rapidez con que expandían su actividad ganando importantes diferencias con el trueque de mercancias. Creyó oportuno aprovecharse de su presencia para interrogarlos en ese punto. Por lo tanto solía tener entrevistas a solas con los prisioneros tratando de aprender sus secretos. El efecto fue por demás pernicioso. No sólo discutía sobre pérdidas y ganancias sino que comenzó a perderse en medio de los vericuetos de su religión. Al no poseer una formación religiosa concreta de pronto se vio acorralado por las creencias de los seguidores de Uzur. El argumento más sólido que esgrimieron estos no era de orden teológico sino más bien práctico. Con una religión dominante podía tener a su pueblo más sojuzgado y dispuesto a morir por él si era necesario.
Arquimio meditó largamente a solas. Tener poder sin la posibilidad de una rebelión era una alternativa tentadora. En ese momento tomó la decisión fatal. En primer lugar liberó a todos los ingus adoradores de Uzur. Luego formó dos Concejos con aquellos a los estimó más aptos. Uno de los Concejos se ocuparía de la economía del reino. El otro de implantar la nueva religión.
En la capital del reino de Uzur, Estoris se restregaba las manos de satisfacción ante las buenas nuevas. En poco tiempo su idea estaba comenzando a rendir frutos.

Capítulo 20 "El Mesías"

Al mismo tiempo que sucedían estos hechos, en un lugar lejano a Irenia y al Reino de Uzur un objeto luminoso que dejaba trás de sí una larga estela blanca se precipitaba a tierra. El suceso fue observado por algunos ingus de diferentes pueblos que, presas del terror hicieron correr la novedad en cuanta comarca pudieron. Así la noticia atravesó ríos, desiertos, montañas, valles y mares. Los mercaderes que atravesaban las estepas la llevaron a la Capital del Reino de Uzur. Inmediatamente se filtró hasta la sala de la Asamblea. Los miembros, maravillados, convocaron al Supremo Predicador para conocer su opinión. Era evidente que se trataba de una señal divina. Los relatos escritos acerca de la venida de Uzur eran similares. ¿Y si se tratara de él?.
Estoris era hombre de decisiones rápidas. Antes de pronunciarse ordenó el envío de una expedición para averiguar con exactitud lo acaecido. Un ejército de cuatrocientos hombres, horsies domesticados para llevar la carga y varios guías, comandados por dos miembros de la Asamblea se puso en marcha en breve tiempo. El pueblo entero se reunió en las puertas de Brendapólis para despedirlos y desde esa posición cantaron canciones de buenaventuranza hasta que se los vió perderse en el horizonte.
Las órdenes eran claras. Fuera lo que fuera, debían llegar antes que nadie al lugar del suceso. Por lo tanto forzaron la marcha lo más que pudieron en medio de tierras inhóspitasa y climas adversos. Suguieron la ruta del rumor en camino inverso. Preguntando aquí y allá. Cambiaron, en algunas ocasiones, de rumbo o volvieron a la ruta establecida. Se dividieron en grupos para rastrear más rápido el terreno. No faltaba oportunidad en que estos grupos se encontraban en un cruce de caminos tan ignorantes de noticias como cuando se habían separado. Manadas de wolfers y tiguerius salvajes atacaban los campamentos, sobre todo por la noche matando a algún soldado desprevenido. La lluvia anegaba los senderos hasta hacerlos intransitables, el sol quemaba sus cabezas, el viento arrastraba cuanta cosa estuviera suelta. Pasaron del calor al frío intenso. El grupo se vió menguado en cantidad y los pocos que sobrevivían estaban agotados.
Llevaban tanto tiempo marchando que habían perdido la noción de su paso cuando llegaron al sitio que tanto buscaban. Al subir a la cima de un monte pudieron observar en el valle una gran hendidura en la tierra. Árboles y suelo estaban calcinados. El espéctaculo era dantesco. Pero lo más sorprendente era un enorme círculo de un color nuevo para ellos que reflejaba intensos brillos a la luz de la párticula de calor en el cielo.
Superado el miedo pudo más la curiosidad y descendieron hasta llegar al borde del cráter. Más animados, se acercaron al cículo brillante. Lo rodearon tratando de encontrar una explicación para algo tan insólito cuando un panel del objeto se movió y trás de él un individuo de contextura similar a ellos pero más alto y vestido con un traje del mismo brillo se detuvo a observarlos. Un gesto de admiración y sumisión invadió a los presentes. Sin vacilar, en el sitio en que se encontraban cayeron de rodillas ante el extraño. No había duda. Si no era Uzur en persona, seguramente sería un enviado de éste. Los miembros de la Asamblea se presentaron ante él.
-¡Oh, Señor, somos tus siervos, los adoradores de Uzur. Estamos aquí para recibir tu palabra!-
El sujeto sonrió levemente, o al menos eso creyeron ver,y levantando un brazo en señal de saludo les dijo en el idioma de ellos:
-Hijos de Uzur, yo soy su príncipe Haster, y he llegado para ver como se encuentran para informarle a mi maestro-
La satisfacción invadió a los presentes. Tan absortos estaban en adorar al llegado que no repararon en ningún momento que su descenso en el planeta había sido producto de un accidente.
-Debemos marchar pronto a nuestra Capital, allí estaremos a salvo de fieras y enemigos- Le informaron.
El principe Haster accedió de inmediato. Caulquier lugar sería mejor que su nave estropeada que ya no prodicía acondicionamiento de aire, comida o servicios de baño debido a sus fallas. La exigua caravana se puso en marcha inmediatamente.
Sin necesidad de perder tiempo en rodeos ni averiguaciones el regreso fue mucho más rápido. No estuvo exento de aventuras. Debieron nuevamante lidiar con wolfers salvajes y con los rigores del clima, pero tras varias jornadas pudieron ver a lo lejos las murallas de la ciudad del Reino de Uzur.
Durante el viaje los miembros de la Asamblea no dejaron a Haster solo en ningún momento. El temor reverencial que les producía no evitaba que ambos tuvieran cierto recelo ante su conducta. Al cabo de varias jornadas se lo veía cansado, sin la magnificencia que debía mostrar. No realizaba ningún tipo de naravillas ni milagros y hacía sus necesidades como cualquiera de ellos. En rigor solo el color amarillo blanquecino de su cabello y sus ojos de un verde intenso lo diferenciaba de ellos además de sus vestimentas y un cinturón con alforjas del que no se apartaba nunca.
Cuando llegaron a las puertas de la ciudad, el Supremo Predicador Estoris los estaba esperando junto al resto de los miembros de la Asamblea. El pueblo, maravillado, formaba dos largas columnas dejando el paso libre para el cortejo. Estoris se postró ante el Príncipe, le estrechó la mano y le indicó el camino al Templo. Impertubable, el recién llegado recién mostró un gesto de asombro cuando al penetrar en el Salón principal reconoció el artefacto de el Aire rojo en su pedestal dorado.
-De manera que estos ingenuos sí creen de veras en Uzur. Y todo por que tienen su encendedor- Pensó mientras hacía gestos cordiales a todos los presentes.
Tras orar una plegaria al Dios, los miembros de la Asamblea, Estoris y Haster penetraron en el salón de reuniones cerrando las puertas y dejando a los guardias afuera para que no hubiera testigos de lo que allí se hablara.
El Supremo Predicador tomó la palabra para reiterar la bienvenida y hacerle un relato pormenarizado de todo lo acaecido tras la partida de Uzur, dejando de lado los detalles más vergonzosos. Luego le manifestó su preocupación por que al regreso del Dios fuera reconocido su pueblo como el verdadero protegido por su bondad y su poder.
El príncipe le manifestó que podía quedarse tranquilo al respecto. Era obvio que poseyendo un elemento que perteneciera al Dios, eran los verdaderos depositario de su fe.
-Siempre y cuando haya sido el único- Agregó maliciosamente.
Estoris tembló en su asiento. Tratando de disimular la molestia, con su voz más serena posible replicó que como ofrenda a Uzur, cuando volviera, le daría el poder sobre la civilización más avanzada en ese entonces, Irenia. Quese encontraba trabajando en el total sojuzgamiento a su fe y pronto lograría los resultados esperados.
-Quisiera verlo- Contestó lacónicamente Haster.
La astucia del Supremo Predicador tomó al vuelo las palabras del Pincipe y rápidamente propuso:
-¿Por que no?. Es indudable que su presencia en este momento oportuno es una señal. Podría darnos el argumento más conviencente para demostrar el poder de nuestra fe-
El recién llegado se tentó a seguir el juego de Estoris. Después de todo él sólo sabía que estaba varado para siempre en ese planeta sin medios para comunicarse con los suyos ni para arreglar la nave. ¿No le estaban ofreciendo un poder inesperado?. ¿Por que no aprovecharlo?.

Capítulo 21 "Visita a Irenia"

Arquimio había caido en la trampa sin medir las consecuencias. Creyó que ser un rey totalitario era mejor que ser un rey benevolente. Y convencido por las palabras de los seguidores de Uzur declaró que había tenido una visión. De ahora en más se adoraría a un solo Dios para poder mejorar la unidad del pueblo de Irenia.
Pero la unidad soñada por el rey era una utopía. Ni bien se supo por las calles acerca de la resolución la gente se declaró en rebeldía. El ejército debió ser movilizado para sofocar las revueltas. Muchos manifestantes fueron detenidos y enviados a las celdas. Se cerraron comercios y se clausuraron sitios de enseñanza. En lugar de comprender que por medio de esta acción se empeoraban las cosas, Arquimio se encerró aún más en su parecer y ordenó nuevas represiones. La Corte en principio se manifestó de acuerdo con el pueblo. Despues de todo la costumbre de adorar al Dios que quisiera abarcaba a todas las clasese sociales. Pero luego, por temor, hicieron causa común con el soberano.
El desenfreno de la represión trajo mas revueltas. En ese instante el rey tuvo dudas pero cercado por los consejeros seguidores de Uzur que había designado continuó sumido en la intolerancia.
Estos, al ver la reacción del pueblo, comenzaron a preocuparse a su vez y en un cónclave secreto decidieron pedir ayuda a Estoris. Rápidamente enviaron a un mensajero con las novedades y la orden de regresar con las intrucciones debidas. El mensajero cubrió el trayecto entre ambas capitales en corto tiempo. Ya estaban duchos en el manejo de los horsies domesticados que les servían de transporte y además habían implementado sitios en donde cambiar los que estaban cansados por otros frescos y continuar la carrera.
Al llegar a la capital del pueblo de Uzur se presentó inmediatamente ante el Supremo Predicador y le entregó la nota que portaba. Éste la leyó detenidamente y convocó a la Asamblea. Cuando estuvieron reunidos propuso su plan. Era muy simple. Era el momento de cumplir la promesa hecha al Principe de llevarlo al reino de Irenia para que cumpla su rol de Mesías.
En cuanto le informaron de la decisión, el Príncipe Haster estuvo dispuesto a partir. Se preparó una fastuosa carroza para su traslado y se lo hizo acompañar de un séquito de soldados y dignatarios. En pocas jornadas salieron por las puertas de la capital mientras los fieles dentro de la ciudad y en los campos que atravesaban se postraban a su paso en señal de adoración. Haster disfrutaba de semejante reconocimiento.
Luego de un viaje sin contratiempos, con gran fanfarria entraron en los límites del reino de Irenia presentándose ante los guardias de la frontera como los auténticos representantes de Uzur en todo el Planeta. La noticia corrió más que ellos y llegó al Palacio de Arquimio cuando éste ya desesperaba por una solución. Al ver la magnífica presencia del Príncipe, sus extrañas vestimentas y los insólitos artefactos brillantes que portaba, los campesinos a la vera del camino quedaron extasiados.
Al entrar en la ciudad, imprevistamente se produjo una cesación espóntanea de la revuelta. La curiosidad pudo más y una multitud silenciosa se agolpó a las puertas del Palacio real para ver al recién llegado. Cundo bajó de la carroza y lo pudieron ver en toda su altura y porte, un murmullo recorrió la plaza. El Príncipe se dirigió a la Sala del trono. Con paso lento, rodeado de los dignatarios de la Asamblea, observando por encima del hombro de ellos, el efecto que provocaba en los curiosos.
Arquimio, que estaba sentado se paró subitamente y se postró ante Haster. Luego, en un ampuloso gesto le ofreció el asiento del trono para que lo ocupe. El Príncipe le devolvió la gentileza e invitó al rey a sentarse nuevamente.
-Es su trono y usted merece estar allí, de todas maneras los Dioses como yo no necesitamos de estos adminículos para manifestar nuestra grandeza-
Arquimio no supo si molestarse por lo dicho o agradecer el gesto. En silencio volvió al trono y se sentó. Haster se paró a su lado. Sin pérdida de tiempo se dirigió a la multitud.
-He sabido que ante la decisión de su soberano de consagrar al único Dios Uzur para que proteja y guíe a este pueblo, ustedes en forma malévola y egoista han preferido rebelarse y sembrar el terror. Esta conducta demuestra que todos aquellos dioses en los que cada uno de ustedes creía no les enseñado nada, ni siquiera a ser humildes. He tenido que venir yo, el Príncipe Haster, miembro de la comitiva de Uzur, enviado por el maestro desde el cielo, para poner orden en semejante inquinidad-
En un gesto unísono la multitud se puso de rodillas. Hster se volvió hacia el rey. Una amplia sonrisa se dibujó en su cara, a la que Arquimio respondión con cierta vacilación. De pronto había sentido miedo ante la presencia majestuosa del Príncipe. Temió que éste tuviera intenciones de arrebatarle el trono. Podía ser todo lo Dios que quisiera pero sólo en el ámbito de la religión. Esperaba que no interfiriera en los asuntos de Estado.
Esa noche tuvo la certeza de cuán mal había procedido. En la cena que compartieron a solas ambos jerarcas, el Príncipe le aclaró las nuevas condiciones para que pudiera seguir siendo el Soberano de Irenia. Debía rendir honores al Supremo Predicador en la capital del reino de Uzur y colocar a su pueblo bajo el dominio espiritual y administrativo de éste. De ahora en más su reinado sería controlado por la Asamblea de la cuál sería su vasallo. No se sintió con fuerzas para replicar. Saber que todo un pueblo respaldaba al Dios y que ese pueblo estaba gobernado por seres ambiciosos y advenedizos le dió la verdadera dimensión de su error. Estaba en sus manos. Había puesto a su propia gente en contra suya. No le podía pedir lealtad ahora.
-Antes que humillarme ante otro soberano prefiero renunciar a mi cargo- Contestó casi sollozando.
-Bien, si eso es lo que quiere-
A la mañana siguiente, en la puerta del Palacio pronunció ante el pueblo su discurso de despedida. Con pocas pertenecias, su familia más cercana y unos pocos fieles seguidores marchó a las montañas a vivir como un humilde campesino.

Capitulo 22 "El Príncipe"

Habiendo marchado Arquimio, el príncipe Haster tomó el poder. Se proclamó único gobernante como Dios y seguidor de Uzur a través de los cielos. En una ceremonia como nunca antes vista se coronó a si mismo y confirmó su divinidad. Su primer acto de gobierno fue enviar una expedición a recuperar su nave para que fuera exhibida como muestra de su poder en un templo a construir.
Siendo el representante del Dios se abstuvo de rendir obediencia al Supremo Predicador ya que se consideraba superior a éste. Al principio Estoris no le dió importancia a la omnipotencia de Haster y solía comentar entre los miembros de la Asamblea:
-Es como un niño con un juguete nuevo, ya le llegara la hora en que comprenda que somos la verdadera autoridad por más enviado de Uzur que sea-.
A diferencia de los gobernantes y religiosos, el pueblo, tanto del poblado de Uzur como de Irenia, adoraba al nuevo personaje. Por donde paseaba en su carroza los que estaban a la vera del camino se postraban en señal de respeto. Aprendieron pronto las nuevas oraciones que les fueron impuestas en donde se agregaba el nombre de Haster al de Uzur para rogar por ellos, hacerles pedidos o en acción de gracias por los pequeños milagros que la plebe creía que habían hecho.
Estoris y los suyos comenzaron a ver con preocupación el ascenso en la popularidad del Príncipe. Mientras en su interior se culpaban a si mismos por haberlo ayudado no olvidaban que se trataba de un Dios y que había sido la llave para sumar a su incipiente imperio a Irenia. Pero las cosas estaban pasando a mayores y no podían tolerar que la situación se les volviera en contra y fueran ellos los derrocados. Irenia poseía aún un ejército poderoso en comparación con las milicias improvisadas del pueblo de Uzur. Comenzaron a idear un plan para eliminar a Haster de manera que no generara reacciones en el pueblo que lo adoraba. Pero debían hacerlo pronto ya que fueron enterados de que con motivo de la llegada de la expedición que traía la nave volante a la capital de Irenia, el Príncipe había convocado a embajadores de todas las civilizaciones conocidas a una reunión en donde reafirmaría su calidad de Dios ante ellos. Él poseía algo mucho más importante que mostrar, que el ahora, por comparación, empequeñecido artefacto de la Fuerza Roja del templo de Uzur.
Esta noticia fue el detonante para la determinación que tomaron. Sólo se trataba de robar la nave y esconderla en algún sitio inaccesible para así desprestigiar a Haster.
La nave no era muy grande de tamaño. No como aquellas que habían traido al Dios, en cuyo interior cabían varias chozas. Esta era lo suficientemente espaciosa para que entrara un solo individuo sentado y con todos esos extraños artefactos al alcance de la mano. El grupo que, enviado por el Príncipe, la había llevado a la Capital de Irenia construyó un carro de las adecuadas medidas tirado por horsies domesticados y con el exfuerzo de varios ingus la colocaron encima. Mientras le encontraban el emplazamiento adecuado, la nave permaneció sobre el carro en un depósito cercano al Palacio.
Los seguidores de Uzur que habían sido enviados a la misión de evangelizar en Irenia fueron escogidos para el robo por su conocimiento del lugar. Además eran los únicos que en la ciudad seguían siendo leales a Estoris. Actuaron con sigilo según un plan determinado con anterioridad. Ya que se trataba de una misión de carácter divino no vacilaron en enviar a sus hembras y a sus hijas a entretener a los guardias. Éstas, envueltas en seductores vestidos tranparentes se ofrecieron a los soldados, casi se podría decir que con gusto.
Cuando se dejaron arrastrar a los establos y mientras se revolcaban sobre los fardos de pasto, los ingus macho entraron en el mayor silencio. Tomaron el carro, lo sacaron a la calle y recién allí le sujetaron los horsies domesticados. En un breve instante partieron y , a pesar de que no podían desarrollar mucha velocidad, era recién el amanecer cuando llegaron a la frontera de Irenia.
Los guardias habían quedado profundamente dormidos luego del ejercicio sexual y las botellas de licor bebidas, por lo que no advirtieron cuando las hembras se marcharon. En cambio debieron retomar la conciencia rápidamente cuando el mismo Haster en persona se presentó junto a su guardia personal para inspeccionar la nave. El escándalo fue mayúsculo. Los gritos atronadores del Principe se oían hasta fuera del depósito. La muchedumbre se agolpó en la puerta. Para calmar la ira de su jefe la guardia personal ajustició a los soldados en el mismo lugar. Lugo montando en sus horsies domesticados partieron en búsqueda de los ladrones.
En ese momento los seguidores de Uzur ya se encontraban fuera del territorio de Irenia. Marchando por caminos ocultos habían evadido los controlers fronterizos y luego de cambiar de horsies domesticados por otros que se encontraban descansados continuaron a marcha forzada hacia la Capital goebernada por el Supremo Predicador.
Al ser asesinados los guardias que custodiaban la nave no hubo tiempo de delatar a las hembras por lo que estas pudieron volver a sus actividades sin despertar sospecha y recordando la hermosa noche que pasaron.
A medida que se acercaban a destino los ingus que formaban parte del complot se fueron volviendo en pequeños grupos o de a uno por vez para que nadie reparase en su ausencia. Los últimos tramos del viaje lo hicieron sólo dos de ellos. Los que al fin entregaron el carro con su preciada carga en la puerta del Templo de Uzur y al mismo Estoris personalmente.
En Irenia, Haster montaba en cólera de continuo. Era tarde para enviar mensajeros anunciando la suspensión de la reunión. Debía encontrar otro modo de demostrar sus divinidad

Capitulo 23 "La gran reunión"

Estoris también había recibido una invitación para la reunión en la Capital de Irenia. Deseoso de ver como el Príncipe salía del atolladero en que estaba, inició la marcha ni bien puso a buen recaudo la nave de éste. Se rodeó de un mágnifico séquito vestido con sus mejores galas y custodiado por un batallón de su ejército.
Además de estar presente en ese crucial momento, lo movía la curiosidad por conocer aquella civilización de la que tanto había oido hablar. La civilización que le abriría las puertas a la obtención de un dominio tal que pudiera presentar ante el Dios Uzur cuando éste volviera a Gadirania.
La entrada en los límites del reino se hizó de la forma más notoria posible, pero estuvo opacada por la llegada de los embajadores de otros pueblos. Estaban allí los guerreros del cabello rojo, los adoradores de Akar, el disco que daba luz y calor, los adoradores de Azur, el Dios rival, los adoradores de la tierra que brindaba los entes vegetales comestibles y hasta el pueblo de las Diosas del Adivinatorio, que afirmaban conocer el futuro. Mientras los observaba,el Supremo Predicador imaginaba la manera de acercar al rebaño de Uzur a todos esos herejes. Tal como lo estaba logrando con Irenia, esperaba hacerlo durante su mandato para mayor gloria de su nombre.
Cuando le tocó el turno de presentar sus respetos ante Haster se mostró benevolente y humilde.Pero dentro suyo lo colmaba la satisfacción de poder ver el estado de ansiedad del Príncipe. Hasta ese momento, sólo él sabía el motivo. El resto de las embajadas aún lo ignoraban. Decidió esperar con paciencia el desarrollo de los acontecimientos.
Luego de las presentaciones, los embajadores y sus séquitos fueron invitados a una fastuosa cena en el Salón principal del Palacio. Mientras comían platos exquisitos y exóticos, los presentes se pudieron deleitar con el espéctaculo de lanzadores de fuego, malabaristas, cantantes y domadores de entes salvajes desconocidos como el elephantos y wyverns. Pero lo que más festejaron fue la dqanza ritual realizada por bellas hembras de piel morena, de figura y movimientos sensuales, que culminaron su acto quitándose totalmente su vestimenta.
Cuando la cantidad de comida ingerida, mezclada con bebidas que brindaban calor al cuerpo y comenzaban a atolondrar los sentidos, el Príncipe de puso de pie. Estoris que había tenido la precaución de comer moderadamente y beber poco lo miró con atención.
Al estar a la vista de todos los presentes Haster abrió con gesto ampuloso y a todas vistas ensayado, la capa que lo cubría y mostró en todo su esplendor el traje de aspecto metálico con el que descendiera de lo cielos.Un murmullo de admiración recorrió las mesas. Lentamente comenzó a sacar de sus bolsillos toda una gama de artefactos desconocidos. Uno de ellos emitía un destello rojo intermitente, el otro mostraba signos indescifrables que aparecían al apretar las partes móviles, un tercero tenía la forma de rueda y poseía en una de sus caras signos dispuestos de manera que sus ejes se cruzaban entre sí. Pero el que más impacto causó fue un objeto alargado que manipulado de cierta manera emitía luz. Un fuerte haz de luz con el que llegaba hasta el otro extremo del Salón.
-¡Yo soy el enviado de Uzur, el Dios, y esta es la prueba de mi poder!
Exclamó mientras con su artefacto iluminaba las caras de los presentes tratando de intimidarlos.Algunos quedaban arrobados en sus asientos, otros trataban de esquivar el rayo con torpes movimientos. El efecto había sido logrado.
El temor hizo que todos se postraran ante el Príncipe reconociendo su divinidad. Todos menos Estoris. Se mantuvo sentado mientras conversaba con sus allegados más cercanos tratando de encontrar una explicación al suceso.
-Evidentemente tenía todos esos adminículos en su poder y no en la nave- Le dijo uno de ellos.
Estoris entrevió una salida. Se puso de pie y tratando de parecer genuflexo ante el Príncipe lo instó a mostrar el poder de su artefacto fuera del Salón. En el patio del Palacio. En plena oscuridad nocturna. Haster aceptó. Ambos, seguidos por todo el resto de los presentes salieron a la escalinata de entrada.
-Te desafío a que ilumines hacia arriba, hasta donde llegue la vista-
Dijo Estoris
El Principe levantó el haz de luz hacia el cielo. En un pricipio un círculo de suave resplandor se recortó contra lo más alto del espacio.
-¿Veis?, llego hasta donde deseo- Se vanaglorió.
Pero súbitamente la luiz se apagó. La desazón cundió entre los que lo observaban. Más aún en Haster quien transfiguró su gesto de triunfo en terror.
-¡Hazlo de nuevo!- Rogaron todos.
Pero no pudo. El artefacto se negó a seguir funcionando. Ante la impotencia se vió al Príncipe abrirlo y sacar de el dos pequeños objetos de forma cilíndrica y arrojarlos lejos con furia. Tan lejos que algunos que intentaron tomarlos no los encontraron en la oscuridad.
-¿Ese es todo tu poder?- Preguntó Estoris irguíendose en toda su altura y mirándolo con desdén.
Ante la falta de respuesta prosiguió:
-Yo, Estoris, soy el único por la linea sucesoria que procede de Brendan, el único representante de Uzur ante vosotros, los que creen en El y los que adoran a otros dioses. Solo yo los puedo liberar brídandoles la fe en Uzur y desenmascarando a los falsos Mesías-
Los embajadores de los pueblos que adoraban a otros dioses se marcharon inmediatamente casi sin decir palabra, salvo algún saludo formal. A la mañana siguiente se los pudo ver camino a sus casas en silencio y con el ánimo de haber sido engañados.
Sólo Estoris y su séquito quedaron en Irenia. El Supremo Predicador se tomó un tiempo prudencial para actuar. Esperaba alguna reacción por parte del Príncipe pero éste se mantuvo oculto en sus aposentos. Después de varias jornadas envió por él.Un grupo de guardias del ejército de Uzur lo llevó a la rastra ante el trono en el cual se encontraba sentado Estoris.
-¡Tu no eres un Mesías!¡Eres falso!- Le apostrofo a los gritos.
Haster parecía no comprender lo que sucedía. Se puso de rodillas ante el Supremo Predicador e imploró perdón. Toda su magnificiencia había desaparecido mostrando a un ser igual a quienes lo rodeaban.
-¡Nos debías respeto y aceptación de nuestreo poder! ¡Por algo somos los representantes de Uzur! ¡Como Mesías debías dar ejemplo!-
De nada valieron las súplicas del Principe. Fue llevado a una celda meintras Estoris y los miembros de la Asamblea decidían su destino.

Capitulo 24 "La Ejecución"

La multitud que se reunió en las puertas del palacio se encontraba ávida de noticias. A pesar de su fracaso no eran pocos los que se mantenían fieles a Haster. Cuando finalmente supieron que se estaba por decidir su probable ejecución algunos comenzaron a marcharse en silencio y subrepticiamente. Otros, más exaltados, comenzaron a vituperar al Príncipe olvidándose de cuanto lo habían adorado anteriormente.
Transcurría la mañana cuando, los que por curiosidad se mantenían aún en la plaza principal, vieron que el Príncipe era llevado atado de pies y manos a un sitio alto en donde pudiera ser observado. Varios heraldos hicieron tronar los cuernos de órdenes que usaban en el ejército llamando la atención de toda la población. El silencio dominaba la escena. Por la puerta principal del PalaciO, Estoris con su séquito y vestido con las más regias ropas se acercó a un trono improvisado y se sentó en él con ampulosos gestos. El resto de los suyos permaneció de pie. Un oficial del ejército de Uzur leyó en una corteza de tronco los cargos que le imputaban al prisionero.
-Haster, el llamado Mesías, será enjuiciado por pretender ser el representante de Uzur, yendo en contra de la histórica tradición de la Iglesia del Dios, que sólo reconoce a Brendan y sus sucesores ese poder.-
Y luego agregó:
-Pretendió usarlo en su propio beneficio en lugar de dictar normas de moral y buenas costumbres para gloria del Dios y de su pueblo.-
Luego, mirando a la multitud preguntó:
-¿Hay alguien aqui que pretenda interponer su defensa?-
-¡Matadlo, matadlo!- Rugieron los presentes.
El Príncipe sonrió amargamente. Tarde comprendió cuán veleidosas son las mentes de los ingus ante el poder. Se sentía acabado. Con la cabeza gacha esperó la sentencia, mientras el Supremo Predicador se reunía en concilíambulo con sus seguidores. En tanto, pensaba en Uzur y en la manera corrupta e infame en que utilizaban su nombre para sojuzgar. Es cierto que él había intentado hacer lo mismo. Eran las reglas del juego en este planeta. ¿Como sustraerse a semejante tentación?.
Estoris se puso de pie y caminando lentamente llegó hasta el prisionero.
-¿Una última voluntad?- Le preguntó.
-Si, deseo que mueras de la peor manera posible- Le contestó y volviendo las cara, no lo miró más.
Sin mostrar desasosiego por lo que le dijera el Príncipe, el Supremo Predicador dictó su orden.
-Serás sumergido en el lecho del Mar Interior para que las tierras azules que se mueven borren todos tus pecados-
Fue fijada la jornada siguiente para cumplir la orden de Estoris. Un batallón del ejército de Uzur escoltó al prisionero hasta la orilla del Mar Interior. En la comitiva iban dos miembros de la Asamblea en calidad de representantes del Supremo Predicador ya que éste, fuera por sentimiento de culpa o por cobardía no quiso estar presente. Una multitud considerable acompaño a cierta distancia al cortejo. Y tambien a cierta distancia se mantuvo cuando los soldados ejecutaron la orden.
El Príncipe fue atado de pies y manos al tronco de un árbol. Luego, cuando estuvo totalmente inmóvil arrojaron el tronco al mar. En breves instantes se hundió desapareciendo de la superficie y llevando su carga mortal.
El silencio que siguió al acto de ejecución incomodó a soldados y funcionarios. La gran cantidad de personas que poco tiempo atrás habían aceptado a Haster como auténtico Mesías los rodeaba mirándolos fijamente. El capitán que estaba al mando preguntó a los miembros de la Asamblea si podían reprimir a la gente.
-No, por Uzur, si lo hacemos será peor. Dejémoslos. Hay formas más civilizadas para convencerlos de nuestra verdad.-
Volvieron a la ciudad al paso más tranquilo que pudieron realizar o a lo sumo, disimular. El compacto grupo de ingus se abrió a su paso y pronto tuvieron el camino despejado para regresar a la capital de Irenia y dar las nuevas a Estoris.
Éste no dejaba de caminar en ámplios círculos en el salón del trono. Sus seguidores lo observaban consternados. No sabían, por no haberlo oído, de la maldición que el Príncipe le había conjurado. Estoris, a pesar de su poder, tenía miedo. Él sabía que había mandado matar al verdadero Mesías. No cabía esperar otra cosa que el castigo divino.
De inmediato quiso partir de aquel lugar. Nombró rápidamente un dignatario para que se hiciera cargo de los asuntos del reino de Irenia, no sin antes advertirle sobre la suerte que correría si intentaba abusar del poder. En cuanto estuvo lista la caravana se pusieron en marcha hacia las tierras del pueblo de Uzur. El viaje fue tranquilo y en pocas jornadas pudieron ver las casas de los campesinos y luego las modernas construcciones en piedra del Templo y los sitios de oración.

Capítulo 25 "La Maldición"

A pesar que los síntomas de angustia parecían haber desaparecido de la mente del Supremo Predicador no pasó mucho tiempo en que comenzó a sentir extrañas sensaciones en su cuerpo. Al principio se trató de fuertes dolores en la cabeza. Las pócimas que le hicieron beber los curanderos le aliviaban momentáneamente pero la molestia le volvía, cada vez con mayor intensidad. Así fue que le siguieron aumentando las dosis, pero ésta al cabo de un tiempo se tornaba insuficiente lo que motivó sucesivas pruebas con otros productos. Nada calmaba en forma definitiva. La desesperación comenzó a ganar a Estoris. En principio había atribuido su dolencia al excesivo trabajo pero luego recordó las palabras del Mesías. En ese momento lo asaltó el terror.
Terror que se se fue acrecentando cuando comenzaron los ahogos. En cualquier momento del día o de la noche la garganta se cerraba como sujeta por una mano férrea y durante unos segundos quedaba incapacitado de aspirar o expirar. Mientras estos ataques se hacían más prolongados su piel comenzó a adquirir un tono azulado. La locura lo invadió. Pronto, no pudo reconocer a sus ayudantes más allegados. Despertaba en mitad de la noche envuelto en transpiración y gritando incoherencias.
La Asamblea, luego de un corto cónclave, decidió mantener en secreto la dolencia del Supremo Predicador. Pero la noticia traspuso los límites del Templo y pronto toda la población estuvo al tanto. La multitud se reunía en las afueras del edificio y oraba constantemente por Estoris. Por ello es que hubo muchos testigos la mañana en que, desesperado por su situación, se tiró de lo alto de la muralla y cayó en el duro pavimento destrozando su craneo.
El pueblo, inocente e insconciente supo de la madición hecha por el Mesías y creyó que todos ellos también serían víctimas del extraño mal. Lo que produjo una serie de suicidios entre los aterrados habitantes del pueblo de Uzur. No había manera de hacerles entender que la maldición sólo había sido proferida para el Supremo Predicador.
Esa era la situación cuando llegó al pueblo de Uzur un personaje absolutamente desconocido para los pobladores. Era un individuo alto, de cabello mal cortado y barba prominente. Su aspecto era descuidado, las ropas mal confeccionadas y solo calzaba unas sandalias gastadas por largas caminatas. De su hombro colgaba una bolsa tan ajada como el resto de su vestimenta. Cuando llegó a las puertas del Templo nadie debió informarle de lo sucedido ya que él parecía saberlo todo.
-¡Pueblo de Uzur! ¡Esta es la consecuencia de haber abandonado la verdadera creencia en el Dios! ¡Solo existe la ambición y la lucha por el poder!-
De pie, frente a la multitud exclamó estas palabras y pronto todos comenzaron a prestarle atención.
-¿Cuantos de vosotros sois fieles creyentes? ¿O es que necesitais ver a Uzur en persona para creer?-
-¿Donde está vuestra humildad? No se trata solamente de hacer las oraciones en el Templo ¿Vigilais a viestros predicadores? ¿O ellos hacen lo que quieren en nombre del Dios?-
Un murmullo incesante corrió entre la multitud.
-Es cierto- Dijo uno y los demás lo repitieron.
-¡Necesitamos un nuevo líder! ¡Alguien que no represente ante Uzur!- ¡Ustedes no necesitan un líder para hablar con Uzur! ¡Uzur mora en cada uno de ustedes! ¡Ustedes son la fuerza!-
En lo alto de las murallas del Templo los miembros de la Asamblea comenzaron a temer una revuelta. De inmediato llamaron a la guardia. Al presentarse ésta, el furor de los habitantes se enardeció. Como si fuera un sólo ente salvaje corrieron hacia el portal y lo derribaron, entraron en el Templo y comenzaron a echar fuera a todos los dignatarios. Pero no se detuvieron solo allí. En poco tiempo habían destrozado todo signo de opulencia de los Predicadores, sus servidores y entes domesticados. En medio de la confusión, el desconocido personaje seguía incitando a la plebe y los guiaba hasta el Salón del Artefacto de la Fuerza Roja. No se sabe bien en que momento el Artefacto desapareció. Cuando cayeron en cuenta nuevamente la voz que los incitaba se alzó en medio del caos.
-¡No necesitamos de símbolos anacrónicos! ¡Con ellos no somos fieles a Uzur!-
Antes que los pobladores se dieran cuenta de cuanto habían hecho, aquel individuo estaba sentado en el trono del Supremo Predicador.
-¡Tengo la verdad para ustedes!- dijo, y la multitud calló por primera vez luego de un largo tiempo.

Capítulo 26 "La nueva religión"

Ornamet era el nombre de quién, con su poder había destituido a la Asamblea y tomado el sitio del jerarca máximo de la fe de Uzur. En las jornadas siguientes el pueblo continuaba en un estado de atontamiento tal que no alcanzaba a comprender los cambios que se avecinaban.
El nuevo líder nombró ayudantes entre los ancianos del lugar. Los reunió en la Sala que fuera de la Asamblea y dispuso las nuevas reglas para seguir creyendo en Uzur. En primer lugar confirmó la nulidad de las uniones carnales entre parientes y entre personas del mismo sexo. Luego condenó el asesinato, el robo y el rapto. Pero no se detuvo allí. Mas tarde prohibió la música y las fiestas. Obligó a las hembras a cubrirse todo el cuerpo con sus ropas dejándoles ver sólo su rostro. Los hombres debían afeitarse todas las jornadas bajo pena de castigo corporal. De ese momento en más sólo se debía pensar en Uzur. Ofrendarle todo su trabajo y su descanso también. Con la excusa de que todos llevaban a Uzur en su interior ordenó que oraran por él en sus viviendas y cerró a todos las puertas del Templo.
-Son puros y deben obrar como tales- repetía constantemente.
La desaparición del Artefacto de la Fuerza Roja generó una nueva mística. A los padres que intentaban demostrar el poder de su Dios a sus hijos les resultaba fácil concurrir al Templo y mostrarles aquél adminículo, pero ahora se necesitaba mucho más esfuerzo ya que contaban sólo con su testimonio. El efecto tuvo dos vertientes. Por un lado se generó un grupo de seguidores más fanatizados. Pero por otro no fue menor la cantidad de personas, sobre todo jóvenes, que empezaron a dudar de la existencia de Uzur. Esto, sumado a las restricciones impuestas por el nuevo Supremo Predicador originaron enfrentamientos entre ambos bandos. Al principio sólo eran de carácter dialéctico. Se discutía en los hogares, en las plazas y en el mercado. Luego, aquellos que abjuraban del Dios debieron ser más cautos. El ejército comenzó a reprimir. Los echaba de los sitios públicos y hasta los perseguía dentro de sus propias casas. La consecuencia era previsible. Los herejes, los no creyentes se volcaron a la clandestinidad.
En los muros de la ciudad empezaron a surgir leyendas pintadas que decían "Dios no existe", "La religión es para los pobres de espíritu". Y otras similares. Todas firmadas por un llamado Movimiento de Gandirianos Libres.
Ornamet trató de desprestigiar a los nuevos rebeldes. Decidió dar un discurso en la plaza principal. Acto al que con amabilidad o con coacción fueron invitados todos los habitantes de la ciudad y los alrededores.
Bajo la consigna de "Sin Uzur no hubíeramos existido", hizo una reseña histórica de la religión, luego dijo que los nuevos mandamientos le habían sido revelados por el Dios en un trance místico que había sufrido en el desierto. Mencionó que en esa oportunidad se le dió el mandato de purificar la fe y lograr que la comunidad se acercara más a la espiritualidad portando a Uzur dentro suyo y hacíendose carne con él.
-Si durante toda su vida llevan al Dios dentro suyo y obran como él lo desea podrán llegar al Gadir cuando ya no respiren- Prometió.
No perdió oportunidad de fustigar al movimiento opositor, los calificó con los peores epítetos. Amenazó con desterrarlos de la tierra de Uzur e instó a los presentes a denunciar a quienes pensaban de manera diferente. Aún siendo hijos o esposos o amigos.
-La fidelidad a Uzur no admite que congeniemos con el enemigo. Los herejes deben ser exterminados por que al dejar de ser fieles a Uzur han dejado de ser nuestros compañeros-
Luego del histórico discurso se retiró al Templo de donde no volvió a salir. El reino del terror estaba instaurado. No pasó mucho tiempo para que comenzaran las denuncias en forma indiscriminada. No sólo eran víctimas de ellas verdaderos herejes sino que cualquier motivo, como una deuda económica, servía a los denunciantes para vengarse de quien deseaban.
Todos desconfiaban de todos. Nadie caminaba tranquilo por las calles. Las conversaciones se limitaban a lo estrictamente necesario y cuando cada uno estaba antre otra persona solían rezar en voz alta para demostrar su fe.
Los sótanos del Templo se llenaron de ingus. El hacinamiento, la falta de alimento, la suciedad, los enfrentamientos por un plato de comida, la violencia sexual marcaron las últimas jornadas que vivieron estos individuos. Además de algunas ejecuciones que eran realizadas en la plaza principal para mantener el miedo.
Pero los más decididos entre los no creyentes se mantuvieron ocultos. No huyeron a las montañas como había sucedido en la época de Usbir. Ni dejaron de predicar en sitios seguros. Su labor era metódica y paciente.
-Ya llegará el momento de la conversión- Se decían con optimismo.
En realidad eran varios los movimientos que se empezaron a gestar. En primer lugar los más retrógrados, seguidores del nuevo Supremo Predicador. Estaban los que procuraban continuar con la fe como estaba durante el mandato de Estoris y los que simplemente negaban a Uzur. Pero en medio del caos lentamente una fuerza poderosa estaba haciendo su avance. Como todas las que no seguían a la autoridad funcionaba en la clandestinidad. Pero de pronto sus adeptos comenzaron a multiplicarse más rápido de lo calculado por sus sacerdotisas. Eran los seguidores de Alexia, la Diosa de la liberación.
El mito de Alexia había nacido ya hacía mucho tiempo pero no habia tenido difusión hasta ese momento. Para algunos era la compañera de Uzur, al cuál traicionó manteniendo relaciones con los ingus. Para otros era una reina que moraba en el planeta antes de la llegada del Dios. Un tercer grupo la adoraba como la hija que tuviera Uzur con un ingu hembra. Todas coincidían en que la Diosa tenía ambos sexos. La diferencia de versiones, reales o no, no influyó para que finalmente se formara un vasto grupo que por fuera de las civilizaciones establecidas rendía culto a la Diosa en las cavernas de los montes.
En las capitales nadie supo de su existencia hasta que, aprovechando la situación, comenzaron a infiltrarse tanto en el pueblo de Uzur como en Irenia, en la tierra de los cabelleras rojas, entre los seguidores de Azur y Akar. En el primer momento no se pensó en su creciente importancia.

Capitulo 27 "Alexia"

Los seguidores de Alexia llevaban una cinta de color rojo que los distinguía en medio de la población. Si de la cinta pendía una cadena de metal dorado significaba que eran iniciados en los secretos de la Diosa y por lo tanto tenían un cargo similar al de los Predicadores de Uzur, pero contrariamente a la costumbre entre ellos había tambiém mujeres entre los ungidos.
A pesar de no salir del Templo, Ornamet estaba bien enterado de las actividades de los seguidores de Alexia. Pronto supo que los ingus que gustaban de las cosas prohibidas por su religión se estaban uniendo en forma masiva al nuevo culto. Además tenía la sospecha de que otros sectores rebeldes podrían acercarse a la Diosa aunque más no fuera que por razones de estrategia. Planificó la represión masiva.
Pero no contaba con el poder de la Sacerdotisa Principal. A diferencia de los cultos conocidos la suprema líder espiritual del rito de Alexia poseía realamente dones extraordinarios, Y uno de ellos era la adivinación del futuro. Debido a ellos puedo saber con anticipación la persecución a que serían sometidos sus seguidores. Y desde un lugar oculto en donde moraba hizo correr rápidamente la voz para que se ocultaran en todo sitio al que no pudieran llegar los soldados del pueblo de Uzur.
Cunado las tropas comenzaron a buscar adeptos de Alexia no los encontraron. Era como si se los hubiera tragado la tierra. La mayoría se había concentrado en torno a la Suprema Sacerdotisa. Parejas del mismo sexo, de padres e hijas, de madres e hijos, ingus que profesaban el amor libre, hembras y machos que dejaban a sus respectivos esposas y esposos, aquellos que usaban vestimenta que no correspondía a su sexo, intelectuales, poetas, actores. Un conjunto hereogeneo pero unido por el amor a la madre Alexia.
-Vendrán tiempos difíciles- vaticinó la representante de la Diosa.
Pero nadie temía bajo su protección.
En las ciudades el caos era cada vez mayor. A falta de reprimir a los seguidores de Alexia, los jerarcas de las religiones establecidas asesinaron y encarcelaron a cuanto ingu era sospechoso de herejía. Lo que no evitaba las violentas manifestaciones de éstos. Algunos Teplos fueron arrasados. Predicadores y miembros del clero ajusticiados en donde se los encontrara. El desmadre fue tal que también se enfrentaron entre herejes. Nadie respetaba a nadie. Al no haber quien se dedicara al trabajo, a la ganadería o a las cosechas el hambre comenzó a ahcer estragos.
Los más audaces juntaron lo poco que podían llevar y partieron lejos de las ciudades. Grande caravanas de familias con sus hijos y algunos horsies y droguis domesticados se extendían por los caminos sin rumbo fijo.
La lucha permanente de unos pocos por imponer a su Dios y gozar de las ventajas que les daba el poder había llevado al planeta a un caos sin remedio.

Capitulo 28 "La vuelta de Uzur"

Una mañana en varios sitios del planeta se pudo ver pasar por el cielo un objeto brillante de diemsiones tan grandes que el más grande de los palacios cabría cien veces en ella. El terror se apoderó de todos. Jerarcas y seres comunes. Para algunos era Azur, para otros Uzur. Pero de todas maneras era seguro que el gran Dios en quien creían estaba de vuelta.
Luego de varios recorridos en los que parecia estar buscando algo concreto se posó en las afueras de la ciudad de Uzur.
Ornamet se animó a salir del Templo por primera vez desde su discurso ante las multitudes. Era momento de saludar al Dios en persona ya que había elegido a este pueblo como el único verdadero seguidor suyo. Lejos estaba de saber el verdadero motivo del descenso. Pero no tardó mucho en averguarlo. Con una numerosa comitiva y escoltado por gran cantidad de soldados se acercó a la nave de Uzur. Esperó pacientemente hasta que se abrieran las puertas de ésta y apareciera el gran Dios en todo su esplendor. Con una estudiada reverencia se postró a sus pies esperando la bendición pero lo único que escuchó fue:
-¿Que has hecho con la nave de Haster?-
El supremo predicador conocía los hechos que acontecieran alrededor de la ejecución del Principe pero aún ignoraba donde había ocultado Estoris la nave que le robara. Por lo tanto solo supo decir que nada sabía. De todas maneras eso no pareció convencer a Uzur. Acompañado de dos seres tan imponentes como él y portando extraños artefactos en sus manos comenzaron a caminar hacia una construcción aledaña al Templo. Los artefactos emitían un sonido que se hacía más fuerte cuanto más se acercaban al lugar. Con un objeto diminuto pero de evidente gran poder echaron la puerta abajo en medio de una gran explosión. Al disiparse el polvo levantado se pudo ver la pequeña nave a medias oculta tras una montaña de heno.
Uzur con gesto fiero se volvió a Ornamet.
-¿Donde está Haster?- tronó
El Supremo Predicador solo pudo hacer un gesto de ignorancia. Ni siquiera le acudían las palabras a su boca.
Un ingu que se encontraba cerca de la escena, portando un cordón rojo de su cintura, le dijo a Uzur.
-Yo le puedo contar todo-
-¡Habla!- volvió a tronar el Dios.
Y azorado por lo que escuchaba se enteró de cuanto había pasado, Y no solo de lo que le había ocurrido a Haster sino también una reseña rápida de la historia desde su partida.
Su primera reacción fue clamar venganza. Vengar la muerte del Príncipe. En la plaza frente al Templo reunió a los jerarcas de la Asamblea que fueron llevados por la fuerza por los acompañantes del Dios. Cuando estuvieron todos y sabiendo que no podía ejecutar al principal responsable, Estoris, ordenó la muerte de todos los miembros del clero y la Asamblea.
Los pedidos de piedad fueron en vano. Pequeños artefactos que emitían luces cegadoras convirtieron a los infortunados en un montón de carne y huesos chamuscados.
-Esto es lo que les sucede a los que inventan un Dios para sojuzgar a los demás- dijo Uzur a la multitud reunida.
Algunos asintieron, otros miraban azorados. Pero cuando dijo:
-Y ustedes son responsables también- Todos trataron de escapar cuán rápido podían. En su huida cayeron enredándose entre si. Aplastaron a los que no eran tán veloces y asfixiaron a hembras y criaturas. Los acompañantes de Uzur prepararon nuevamente sus artefactos mortales pero el sujeto del cordón rojo lo tomó del brazo y le suplicó.
-¡A todos no!¡No a los que llevan la señal de Alexia!-
-¿Por que?- preguntó el Dios.
-Por que ellos estuvieron fuera de todo esto-
-¿Y que es Alexia?-
-Alexia es la Diosa, nuestra madre, la guía de los que queremos vivir en paz y libertad-
Movido por la curiosidad, Uzur ordenó separar a todos aquellos que llevaban la señal. Cuando estuvieron aparte no dudó en dar la orden del exterminio de todos lo demás.
-Y que esto sirva de ejemplo a todo el planeta- Sentenció cuando todo hubo terminado.

Capítulo 29 "El santuario"

La noticia de lo sucedido al pueblo de Uzur corrió por todas la demás civilizaciones. Movido por el miedo, el populacho derribó templos y símbolos, asesinó predicadores y borró toda huella que indicara que habían sido partícipes de la violencia religiosa. De manera que no quedó en pie ninguna señal de adoración fuera el Dios que fuera.
Sólo en el remoto Santuario de la Sacerdotisa de Alexia la gente aún oraba y esperaba un nuevo amanecer. Pero esa jornada llegó con novedades inquietantes, Uzur, el Dios, marchaba hacia el lugar. No llevaba consigo más que un pequeño grupo de acompañantes pero ya era fama el terrible efecto de sus artefactos lumínicos. De todas maneras los fieles se mantuvieron a la espera consolados por la Sacerdotisa.
El terror que sentían se diluyó en un instante cuando Uzur, maravillado por la belleza de la Madre Espiritual se postró ante ella y le besó la mano.
-Soy su esclavo- sólo atinó a decir.
Ella sonrió. Una dulce e interminable sonrisa. Con un gesto le pidió que se levantara.
-Bienvenido al recinto de la Diosa si vienes en paz-
El no supo que contestar. Estaba totalmente hechizado por ella. Por su presencia majestuosa y ambigua. La tomó de la cintura en un gesto que ella agradeció con la mirada y salieron caminando lentamente seguidos por una muchedumbre que no sabía si permanecer en silencio o vivar a la pareja.
En una ceremonia realizada a campo abierto para que fuera observada por la mayor cantidad de ingus posibles, Uzur y la Sacerdotisa de Alexia se unieron jurando acompañarse por toda la eternida. Voto que no era imposible para ninguno de los dos.
Y Uzur partió nuevamente. No quedó en la memoria de los ingus si había prometido volver o no. De todas maneras a nadie se le ocurrió mencionarlo. Su religión desapareció de la faz de Gandirania. No hubo mas restricciones morales inventadas por retrógrados y envidiosos. Los fieles de la Diosa Alexia eligieron otra Sacerdotisa tan bella como la que había desposado con Uzur. E igualmente sabia.
Se dispersaron por la faz del Planeta llevando las buenas nuevas. Para adorar a la Diosa sólo se necesitaba vivir en paz y hacer lo que más le guste a cada uno sin hacer daño a los demás.
En un sitio lejano, roturando la tierra con un arado un campesino encontró un pequeño artefacto que al pulsarlo emitía una fuerza roja. Apenas lo levantó del suelo lo ocultó entre sus ropas. Jamás lo mostró a nadie.


FIN