Saturday, August 28, 2010

Releyendo la historia

El principio de todo fue la aparición de una terrible duda que comenzó a atormentarme. Y lo que más me sorprendía era que nunca antes me había hecho la pregunta que comenzó a quitarme el sueño.
En realidad surgió al darme cuenta que mis padres me trataban con demasiada condescendencia, satisfaciendo mis caprichos con premura, lo que no le sucedía a mis compañeros de colegio. Al principio pensé que todo el cariño que me prodigaban era consecuencia de haber nacido cuando ellos ya estaban en una edad avanzada y sin expectativas ciertas de poder tener un hijo. Pero luego descubrí algo más, en primer lugar no tengo ni los rasgos ni el color de piel de ellos y en segundo lugar, debo confesar que revise a escondidas su álbum de fotos familiares y nunca encontré una sola foto en la que viera a mi madre embarazada. Tal vez no fuera una prueba concluyente pero acrecentó mis dudas.
La indecisión me inmovilizaba, aún sabiendo que no podría conocer la verdad si no era de sus propios labios. Al fin y al cabo ellos eran mis padres, me habían vestido, alimentado, educado, dado un techo y un apellido. Yo no les iba a reprochar su ocultamiento, solo quería saber, nada más. Al mismo tiempo temía lastimarlos, ya eran algo mayores para soportar los posibles disgustos que mi interrogatorio les podría acarrear.
La única persona a la que podía recurrir era Jacinto, el profesor de historia. Era un hombre joven, abierto de mente y con la poco usual característica de escuchar a sus alumnos. Así fue que al final de su clase lo seguí por el pasillo e interceptándole el paso le pregunté si no tenía unos minutos para dedicarme.
Nos sentamos en la cafetería, me convidó una taza de té caliente y dos medias lunas. Animado por su paciencia le conté de mis dudas. Le expresé de mi falta de valor para encarar a mis padres pero de mi necesidad de saber la verdad y de una orientación para buscarla.
-Tal vez solo sean fantasías tuyas- Dijo el hombre y agregó – Pero no podes vivir el resto de tu vida sin una certeza-
Le agradecí el interés y pasamos casi media hora evaluando posibilidades hasta que lo único que quedo en claro era o que yo hurgaba en donde tenían guardados todos sus documentos importantes o que hiciera alguna gestión ante los organismos que se encargaban de las adopciones. De todas maneras esto último solo lo podía hacer una persona mayor de edad a lo que se ofreció gentilmente aunque con la reserva de que tal vez no le dieran ninguna información por no ser pariente directo y luego manifestó la esperanza de poder hacerlo a través de la dirección del colegio.
Su intento rebotó contra la persona del mismo director que se negó terminantemente a realizar averiguaciones sobre cuestiones personales de cualquier alumno.
-Usted sabe bien que desde que el país está debidamente organizado y pacificado esta absolutamente prohibido hurgar en la vida privada de los ciudadanos-
De manera que solo quedaba la posibilidad de revisar los cajones de los documentos. Una tarde en que quedé solo en la casa al partir mis padres a visitar a parientes revisé el mencionado cajón. La cantidad de papeles era enorme, la mayoría referidos a la carrera militar de mi padre, quien gozaba a esas alturas de un merecido retiro con el grado de Teniente Coronel, luego de haber protagonizado varios actos de valor en la lucha contra la guerrilla. Lo que mas me sorprendió fue que jamás hiciera mención de esos hechos pues lo único que sabía de él era que había sido solo un oficial de escritorio con ascensos solo merecidos por el paso del tiempo en actividad.
Cuando ya estaba por darme por vencido tras revolver todo, cayó, de casualidad, un papel al suelo. Al levantarlo pude leer su contenido, era el acta de adopción donde constaba que se me había encontrado en una iglesia al cuidado del párroco que desconocía a mis padres biológicos puesto que lo habían dejado por la noche en la puerta del templo con una nota para que se haga cargo de mi de la mejor manera que pudiera. En el resto del texto figuraban los nombres de mis padres adoptivos y su aceptación de los términos de la adopción y el compromiso de criarme de acuerdo a ellos.
No pude leer nada más pues, sin haberlos escuchado llegar, de pronto se abrió la puerta de la habitación y apareció en el vano de la puerta la alta figura de mi padre adoptivo sorprendiéndome con los papeles en la mano.
-Sabía que algún día ibas a hacer esto- Dijo sin el menor asomo de enojo.
Se acercó a mí, me ayudó a ordenar los papeles y poniéndome la mano sobre el hombro me invitó a pasar a la sala de estar, llamó a mi madre y mientras ella se acercaba me dijo:
-Es hora de que sepas la verdad-
Ellos se sentaron en el sillón grande y yo me acomodé en el más pequeño. Hubo un silencio, largo silencio en que mi padre parecía buscar las palabras adecuadas.
Finalmente tras un suspiro comenzó a hablar.
-Como sabes, hoy el país esta organizado, su economía floreciente, hay trabajo pleno, educación, alimentación, viviendas y servicios asistenciales para todos y el delito ha sido erradicado de tal manera que solo unos pocos marginales todavía se atreven a desafiar el rigor de las leyes y la efectividad de la policía.
Pero, como seguramente lo has estudiado en el colegio, hace algunos años estábamos sumidos en el caos, los partidos políticos, y en especial el más grande de ellos, no tenían idea de cómo gobernar y más que eso alimentaron el odio y la división entre los habitantes. No conformes con eso alentaron las ideas de algunos jóvenes irresponsables a quienes ayudaron tomar las armas solo para sembrar la violencia.
Esos grupos armados, la guerrilla, pasaron de ser unos pocos audaces a convertirse en verdaderos ejércitos irregulares que cometieron toda clase de atentados y asesinatos de gente inocente. Ante la incapacidad del partido mayoritario que gobernaba en ese entonces, nosotros, los hombres de las Fuerzas Armadas, los únicos que teníamos la moral intacta ante tanto desconcierto, hubimos de tomar el poder para pacificar la nación. Y así fue. Combatimos una guerra implacable, es cierto, pero no quedaba otra manera ante el accionar del enemigo. Los perseguimos, los apresamos, los enjuiciamos y los condenamos a las cárceles en donde están ahora pagando sus culpas. Fueron varios años de lucha pero valió la pena-
-¿Y eso que tiene que ver con mis padres biológicos- Interrumpí.
Mi padre adoptivo me miró casi diría que con pena y continuó.
-Ahora viene la parte dolorosa de este relato. Fuiste dejado en la puerta de aquella iglesia por tus padres por que ellos eran los jefes de un grupo al que veníamos persiguiendo. Habían realizado varios atentados y esto es lo que me duele decirte pero entre esos ataques asesinaron con una bomba a varios niños que jugaban en una plaza y a algunas de sus madres, además mataron al sereno de un banco y otros transeúntes que pasaban ocasionalmente cuando realizaban un robo para proveerse de dinero y continuar con sus operaciones-
-¿Eso hicieron?-
-Si, tus padres biológicos-
-¿Y que sucedió con ellos?-
-Dado que cargaban contigo donde iban y se ocultaban, al comprender que debían huir con prisa te abandonaron en la iglesia. Después de eso no tuvimos mas noticias de ellos, se nos escaparon por un pelo aunque hay algunos miembros de la Policía que están seguros de que se refugiaron en Holanda donde los protege el gobierno-
-¿Y por que nunca se comunicaron conmigo?-
-Mira que eres inocente, jamás lo harán pues saben que si se ponen en evidencia y regresan al país los arrestaremos como corresponde e irán a la cárcel, evidentemente prefieren la comodidad de donde están a volver a ver a su hijo-
-¿Y ustedes como me adoptaron?-
-Con toda legalidad, como ves en los papeles. Yo, siguiendo a tus padres, llegué a la iglesia pocas horas después de que te habían abandonado, el párroco tenía demasiados niños para cuidar, yo me ofrecí a adoptarte, te llevé al Registro de la Personas e hicimos todos los trámites mientras estabas bajo nuestra guarda provisoria-
-¿Pero como pudieron darme en adopción si posiblemente mis padres están vivos?-
-Por que existe una ley, todo aquel que abandona a su hijo deja de tener la patria potestad sobre él y más aún en caso de ser delincuentes que han preferido tomar las armas y asesinar en lugar de dedicarse a la familia como corresponde. Debes ser conciente, te abandonaron, prefirieron pensar en ellos antes que en ti y eso no es comportamiento de un padre-
Debo confesar que quedé atónito ante la revelación. Había estudiado acerca de esos años en que el país había estado al borde de la guerra civil pero no sospechaba que también había influido de manera tan determinante en mi propia vida. Tanto que si las cosas hubieran sido de otra manera, si el país aun continuara sumido en el caos yo sería solo un muchacho más, inculto, seguramente armado, delincuente o guerrillero, con unos padres a los que vería, con suerte, de vez en cuando, en medio de nuestras interminables fugas y abandonado a la ventura hasta que un día me arrestarían, me enjuiciarían y me ejecutarían. Al menos tengo un hogar respetable, pensé, y mis padres biológicos que se pudran en su cobardía.
Abracé a mis padres adoptivos con todas las fuerzas. Les di un beso a cada uno en la mejilla y me encaminé a mi cuarto. Sentado frente al escritorio tomé el libro de historia y lo repase casi distraídamente. Me detuve con más atención en aquellos hechos de la época juvenil de mis padres biológicos. La manera en que la Junta Militar había ordenado al país durante el Campeonato Mundial de Fútbol que no pudimos festejar cuando perdimos, por la honestidad de los gobernantes, aquel partido contra Perú a pesar de las ofertas de los peruanos de dejarse ganar a cambio de un poco de gas y petróleo, o de cómo crecieron las exportaciones y se abrieron nuevas fábricas o el glorioso hecho, imborrable en la mente de quienes lo vivieron, de cómo echamos a los ingleses de las Malvinas venciendo a toda su orgullosa flota, sumergida para siempre bajo las aguas frías del sur

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